CAPITULO XXXII

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Corazón por corazón

––Lamento interrumpir, pero hay alguien que necesita verlos, en el estacionamiento–– avisa él adolescente.

Inmediatamente Nathan y Helen intercambian una mirada llena de duda y preocupación, ambos se ponen de pie y toman sus cosas.

––Gracias–– dice Nathan palmeando uno de sus hombros, yendo con prisa tras Helen después.

Ambos adolescentes salieron del instituto en cuestión de segundos, encontrándose con una Madeline muy débil y aparentemente herida.

Sus tristes ojos logran ver al par de jóvenes y sus labios rápidamente forman una sonrisa llena de alegría. Se separa del auto del que se sujetaba, pero inmediatamente sus piernas se doblan ante la debilidad de su cuerpo, haciéndola impactar contra el asfalto.

Con miedo, los jóvenes se apresuran a llegar a su lado y auxiliarla. Helen toma su cabeza y la apoya en sus piernas.

––Debo decirle...–– susurra ––Debo...

Antes de poder continuar con su oración, sus ojos se cierran. Sus heridas y el largo tramo que atravesó para llegar a ellos la a dejado sin energías, por lo que rápidamente fue arrastrada a la inconsciencia.

––Debe ir a un hospital–– dice Helen viendo a Nathan, quien asiente rápidamente.

Sin siquiera cuestionarse, el dúo de adolescentes salieron de la escuela, con Madeline inconsciente y sin saber sobre su estado de salud. Tal vez ella está más grave de lo que creen.

Las horas en la escuela transcurrieron con prisa, y aunque Emily no quiere hablar con ninguno de sus amigos aún, se percató de la ausencia de sus hermanos, tanto el de sangre, como la de alma.

Sin embargo, a pesar de su curiosidad, no hizo más que dirigirse a casa una vez que las clases acabaron. Como de costumbre, sus padres no estaban en ella, por lo que le fue más fácil llegar a su habitación, para encerrarse en su mundo de agonía.

Dejo caer su mochila en una esquina, se colocó sus audífonos y se lanzó a su cama, para luego abrazar una de sus tantas almohadas.

Ya no había más lágrimas que derramar, pero el dolor y la tristeza seguían ahí, agobiandola, haciéndola miserable, alejandola de todos.

Al cabo de unos minutos, Layla entra en la habitación, sin ser percibida por Emily, quien aún mantiene sus ojos cerrados, naufragando en un mar de sentimientos agobiantes.

Con tristeza, Layla se acerca y toca levemente uno de sus hombros, haciéndola ponerse en alerta inmediatamente. Sin embargo, una vez que observa a la rubia, relaja su postura mientras se acomoda en la cama y se quita sus audífonos.

––¿Estas bien?–– pregunta Layla mientras toma asiento en la orilla de la cama.

Suspira ––No lo se...

Toma sus manos y deja salir un suspiro ––Se que debes estar muy confundida y dolida, muchas de las personas que quieres y te importan te han mentido.

Asiente ––También le mentí a mi mejor amiga, pero... es por eso que me siento confundida, ¿Que se supone que debo hacer?.

Alfa: El gran lobo blanco© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora