Fugitivos

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La mujer Alteana se deshizo de la capucha de la capa color verde malva una vez que se hubieran escondidos en el callejón del desértico y destartalado planeta Unilú, sus captores habían tratado de atraparlos en el puente de embarque de naves para los refugios póstumos del planeta dominado por la facción Galra y Katie deseo simplemente que desaparecieran mientras abraza el pequeño bulto con fuerza.

Sus captores no se rendirían, la perseguirán para siempre y eso no es algo que ella esté dispuesta a permitirlo.

No cuando tenía dos vidas inocentes con ella.

-¿Mamá?-la vocecita pequeña trata de llamar su atención, ofuscada por su semblante preocupado y la respiración jadeante de la carrera. Una figura pequeña se asomó. Cabello castaño, ojos de oro, orejas puntiagudas y marcas verdes alrededor de sus mejillas como las de ella. No tardarían en reanudar la persecución, pero Pidge inmediatamente lo calló con un dedo sobre los labios cuando trató de preguntar qué pasaba.

-¡Están por aquí, los vi! ¡Atrapenlos!-gritó un centinela mientras los soldados lo perseguían para la dirección equivocada. Katie suspiró de alivio cuando se dijo que era lo suficiente despistados para no seguir sus huellas y rastros correctamente.

Ella tenía que sobrevivir.

Por ella.

Por los niños.

Bajo la mirada para encontrar con el niño Galra y el niño Alteano que la miraban con temor por lo que pasaba. Sacarlos de sus camas en medio de la noche hace unas cuantas semanas había sido una gran cambio en sus vidas y la continua carrera para no ser descubiertos por las tropas de los generales. Lotor no se cansaría hasta dar con ellos y sería la muerte para ella. Le quitarían a los niños y entonces, todos los esfuerzos de su marido serían en vano. Lo ejecutarán en la guillotina, como si se tratara de un criminal, le dijo Kolivan cuando la encontró y le proporcionó un escape seguro cuando las tropas invadieron Olkari. El régimen Galra cada vez más se volvía violento con sus opositores. Keith había sido capturado en su última misión y sólo sabía que estaba vivo, pero no por suficiente tiempo.

Quería buscarlo, rescatarlo y asegurarse que estaba bien, como lo había hecho en misiones pasados antes que sus embarazos la ralentizará y obligaron a quedarse en casa.

«Si no vuelvo a tí, huye con los niños lo más lejos que puedas, si Lotor te encuentra, eso será peor que la muerte para ti. Te quitarán a los niños y los matarán en señal de lo que hacen con los traidores–la voz de su esposo aquella última tarde le trajo sentimientos encontrados, arrepentimiento por dejarlo ir, no pedirle que se quedara y huyera con ellos-, Te amo Katie, no lo olvides».

El nacimiento de Akira habría significado una complicación, los Galra no eran bien recibidos en ninguna parte que no fuera el imperio y no se vería con buenos ojos que su madre fuera una Alteana. Katie deseo desesperadamente que se pareciera a ella en el momento de la espera, pero el destino le probó lo contrario cuando recibió a ese niño con facciones Galra, cabello violeta, piel violeta, ojos amarillos con pupilas de color y las orejas. A pesar de todo ello, lo había amado. Pero entonces, su vida tuvo que cambiar. Escondiéndose cada vez más en lo profundo de la selva Olkari, pero Lotor destruiría planetas y galaxias por encontrar a la responsable de la ruina de sus planes. Aún más, se vengaría con la vida del pequeño y la idea que se lo arrebatará de los brazos era horrible.

Se cortó el cabello, camuflándose tan rápido como viera las tropas llegar en cada planeta que visitarán y siempre portando el manto, evitando que los niños fueran vistos, pero era difícil cuando eran niños precoces. Pidge no quería quitarles la infancia, por lo que los dejaba jugar cada cierto tiempo en sus periodos de descanso.

Pero entonces, los avistamientos de Akira tratando fraternalmente a su hermano cuando no debía hacerlo, al niño Alteano que se tropezó jugando y lo llamó llorando que lo ayudara. Fue el fin para el acto y los soldados no tardaron en señalarlos. Katie inmediatamente los tomó de las manos al percatarse del peligro y se fue corriendo tan rápido como pudo.

Cuando se escondió entre las viejas ruinas, trato de recuperar el aliento mientras los niños la miraban con preocupación.

-Mamá-habló Kaden- Tengo hambre, ¿cuándo volveremos a casa?

-¿Dónde está papá?-preguntó Akira, confundido, no había visto a su padre hace semanas.

Sintiéndose acorralada con esas preguntas, dejó escapar un suspiro cansado mientras se dejaba caer sobre los peldaños de la formación rocosa. Busco en su bolsa de viaje y le dio su ración de comida a su hijo menor, que enseguida la devoró.

Estaba hambriento.

Akira la miro esperando aún una respuesta.

Todo esto era tan raro, abandonar su hogar y viajar constantemente, Katie prefería que ignorara lo que pasara. La verdad de la situación sería demasiado para el niño. Él no querría saber que su padre era prisionero en las celdas Galra por traidor y pronto ejecutado, tampoco le gustaría saber que la especie de su hermano era cazada y recluida en las colonias para ser usadas como baterías.

Katie se sentía tan culpable, parte de todo esto era su culpa y lo sabía.

Ella había convertido a su pueblo en esto, en víctimas perseguidas de una guerra con objetivos egoístas de poder.

Si tan solo nunca hubiera ayudado a Lotor con su búsqueda del conocimiento de Oriande.

Nadie tendría que pagar por los crímenes egoístas de sus actos.

Soy una estúpida, se recriminó.

Ella se había condenado a sí misma, su gente y sus hijos por esto.

-No lo se, cielo. Tú sabes cómo es tu padre, le gusta enfocarse en el trabajo-no era una completa mentira. Keith solía luchar apasionadamente para los rebeldes. Acarició la cabeza de los niños, esperando no más preguntas-. Pronto lo veremos, ¿sí? y podremos volver a casa. Pero tienen que ser pacientes y seguir moviéndonos lo más discreto posible.

-¿Por qué?-Kaden cuestionó. Sin entender la lógica de la razón planteando. Todo era extraño, solos los criminales eran cazados y estaba seguro que su padre era un hombre honesto y bueno-. ¿Hicimos algo malo?

Para el imperio Galra, existir.

-No-aseveró, acariciando los mechones de sus caras. Las marcas de sus rostros. Ellos eran su tesoro más precioso. La consumación de su amor con el soldado que amaba por encima de todo y deseaba que resistiera en las celdas del imperio. Pronto mi amor, te encontraré-. No hicimos nada malo.

Los niños parecieron conformes con esa respuesta y no hicieron más preguntas, aunque presentían lo malo de la situación y que no estaban en las mejores posición en esa guerra que desconocían.

Ellos eran tan jóvenes, lamentó Katie.

-Encontraremos casa, se los prometo-dondé sea que estuviera su padre ahora, ella tenía que sobrevivir y asegurar su supervivencia.

Se fijo si los los soldados los perseguían, pero para su alivio, al parecer habían atrapado a un Unilo comerciando minerales ilegales y propiedad del imperio. Estarían lo suficiente distraídos con eso y podrían escapar.

Pero debía ser paciente para esperar el momento adecuado.

-Akira, es hora de practicar tu camuflaje-se volvió para su hijo mayor con decisión. Podría ser Galra, pero Katie guardaba la pequeñísima esperanza que tuviera las habilidades de su sangre corriendo por sus venas. Era mitad Galra y Alteano, algo debía haber para pasar más desapercibidos-. ¿Listo?

El niño lo comprendió y juntos, comenzaron a practicar, lejos de las miradas observadoras y soldados del imperio que pudieran estropearlo.

Mientras los niños vivieran, habría esperanza.








Continuación de "Colonia"...

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