Sirena

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-Esta bien, no te haré daño-le prometió, con las manos alzadas, en un intento porque la criatura marina no huyera.

Hasta entonces, la semanas de Keith se habían centrado en tratar de conectarse con aquel ser místico que los científicos y mejores exploradores calificaban como solos leyendas marinas de un mundo antiguo y lejano, pero juraba haber atisbado en las costas del mar, cerca de la cabaña de mar sin lugar a dudas. Lance se burló en sus intentos porque le creyera y alegando que el calor comenzaba a afectarlo. "Mullet, solo lo habrás imaginado, tal vez solo era una chica bonita que huyó tan pronto te vio". Pero Keith creía y juraba que no haberlo imaginado en lo absoluto. La fuerza de la mirada de una cabeza castaña que emergía de las sábanas de agua para verla desde su pequeño esquife cobraba tanta fuerza en su memoria como un recuerdo real para que no fuese cierto. Entonces, pensó qué la oferta de Lance de pasar una vacaciones no había sido tan mala idea como parecía. La busco y busco durante semanas sin descanso con una mochila, un mapa, una linterna y tentempiés preparados por la señora Mcclain, que lo trataba como si fuese un hijo más de su extensa familia. Sus intensas búsquedas dieron por resultado aquella cueva submarina, donde creía haberla visto refugiarse.

Sus sospechas fueron confirmadas cuando fue recompensado con una mirada atemorizada, oculta entre las rocas a las que se adherían los moluscos y cangrejos pequeños. La cola escamosa lucía mal herida, una red de pesca enredada en su aleta con demasiada fuerza que le infligía daño.

-Estas herida-se dio cuenta, acercándose para evaluar el daño. Ella se agazapó más, cohibida por su presencia-. Tranquila, no te haré daño. Yo...quiero ayudarte-volvió a mirarla y los Ojos ambar le miraron con la misma intensidad que aquel día en el esquife-. ¿Puedes entenderme?

Ella asintió con la cabeza y Keith sonrió, pensando en lo que mucha que tenía por descubrir.

-No puedes estar aquí. La marea no subirá hasta otra semana y definitivamente no quieres que alguien te encuentre en este estado-se acercó unos cuantos pasos y se paró en seco cuando se dio cuenta que solo su cabello, no eran suficientes para cubrir su piel desnuda-. Oh, vaya, lo siento, no quería...

La sirena inclinó la cabeza, incapaz de comprender. Keith suspiró y se quitó la chaqueta, cubriendo la piel expuesta. Colocó un brazo por debajo de los suyos y el otro en la extremidad llenas de escamas verdes y brillantes. Luego que se hubiera asegurado que la tenía bien sujetado, la levantó de la arena y ella lanzó un pequeño alarido por el brusco movimiento.

-Lo siento-se disculpó, tratando de hacerse con ella sin tropezar-. Tengo que llevaste a casa, o bueno, la casa de un amigo. El no me creía ¿sabes?. Pensó que estaba delirando y que simplemente te imaginaba.

Si ella lo escuchaba o no, no lo sabía. Se limitaba a asentir y permanecer callada, como si la situación fuera demasiado nueva para ella para pensar en qué decir.

-Pero estás aquí. Realmente te estuve buscando durante semanas-comenzó a caminar, pensando en lo que le diría a la señora Mcclain una vez llegara a casa-. Sentí que tenía que buscarte, no importara qué. Tenía que saber que eras real.

Volvió a asentir, colocando sus brazos alrededor de su cuello y Keith pensó en lo pequeña que cabía en sus brazos.

¿Cuánto sería su edad, exactamente?

-Vamos a curarte, debes estar muy fatigada después de un día tan largo.

La sirena decidió acurrucarse ante aquella presencia, su frente contra su regazo, su cola enroscándose contra su cintura y la cálida respiración que emitía. Ella no mentiria pensando que el humano no le parecía interesante aquel día en el esquife, guiada solamente por la curiosidad de saciar su primer vistazo de un ser humano en el mar. Sabía que su madre no aprobaría. Demasiado abnegada para salir a la superficie, asustada por la pérdida de su hermano y su padre para arriesgarse a perder a su última hija, pensó en lo enojaría que estaría si alguna vez lograba encontrar el camino a casa.

Keith se preguntó qué le diría a Lance una vez que llegaran a casa. No era exactamente algo que pudiera esconder fácilmente en lugar de la preciosa cabaña cerca de la orilla del mar.

-Gracias-le escuchó decir.

Bueno, él pensaría algo en el camino.





N/A: Él Sirena AU es uno de mis favoritos. Me gusta también mucho Watercast!

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