18-Vecinos

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Me senté en uno de los taburetes bajo la atenta mirada de Seth, que desenvolvía con mucha calma, el plato que antes había visto y lo metía en el microondas.
La verdad es que sí que tenía hambre, pero no quería comer por el simple hecho de que hacerlo me dolía. Hasta su me rozaba accidentalmente la lengua con los dientes, notaba el sabor a sangre y como la herida se abría de nuevo.

Vale, sí, lo sé, hacía sólo cinco minutos estaba buscando algo con lo que cortarme los brazos o suicidarme. Un cortecito en la lengua no era nada comparado con cualquier cosa que me hubiera hecho yo. Pero más que doloroso... aquello era molesto.

Vi como Seth sacaba un manojo de llaves idénticas de su bolsillo, cada una etiquetada por separado. Eligió una y con esta abrió el segundo cajón de la encimera y se quedó mirando pensativo su contenido... sólo cuando el microondas paró, finalmente sacó un tenedor, volvió a cerrar el cajón con llave y acercó el plato y el cubierto a mi.
¿De verdad estuvo tanto tiempo planteándose si darme un tenedor o no? ¿Qué pensaba que iba a hacer, pincharme hasta desangrarme? Si ni siquiera era tan puntiagudo, era de los malos...

Se sentó también, al otro lado de la barra de la cocina, apoyando los codos sobre esta y juntando las manos. Me miraba fijamente, con una expresión somnolienta.

Cogí el tenedor, pensando si podría ser lo suficientemente rápida para apuñalarle en el ojo o algo. Probablemente no. Así que di el primer bocado a la comida.

No estaba demasiado caliente, se podía tolerar. Y tampoco sabía a nada, en serio, eso estaba más soso que lo que nos servían en el comedor escolar. Si es que creo que ni siquiera le había echado sal. Pero, comida, al fin y al cabo.

Ya llevaba casi la mitad del plato, cuando Seth habló.

-Veo que no te duele... eso es bueno.

Tenía razón. Y eso me molestaba más que otra cosa, porque significaba que la comida era tan sosa a propósito.
Intenté no hacerle caso ni mirarle, que tuviera la vista tan fija en mi me ponía algo incómoda.

-Deberías lavarte los dientes después.
Venga ya... empezaba a hablarme como si nos conociéramos de toda la vida. Y eso no me hacía ninguna gracia.

Antes de que terminará de comer, sacó un vaso de uno de los pocos armarios sin llave, lo llenó con agua y me lo ofreció junto con una pastilla.

El vaso era de plástico, pensaba en todo, no sea que se me ocurriese romper un vaso cristal para conseguir algo afilado... Miré la pastilla dudosa, no llegué a decir nada, pero Seth pareció leerme la mente.

-Siento decepcionante pero no es veneno, ni un somnifero. No vas a morirte por beberla. Al contrario, te vendrá bien.

No sé porqué, pero le seguia haciendo caso. ¿Qué iba a hacer él si no le obedecía? ¿Matarme? Ojalá, pero no.
Me bebí la dichosa pastilla.

-Tendrás tomarte un par más durante tres días por lo menos, hasta que la inflamación baje.

¿Qué se creía, médico?

Me puse en pie y volví a la habitación. Seth no me detuvo ni intentó decir nada, escuché como recogía el plato y lo metía en el fregadero para lavarlo. Yo cerré la puerta.

Tal vez debí haberle preguntado que hora era, porque el hecho de no saberlo le desesperaba. Pero ya no me iba a molestar en volver a salir.

Era tarde, pero no tenía sueño. Claro que cómo iba a tener sueño después del episodio del cloroformo de esa mañana... Intenté buscar algo para distraerme.
En la habitación había varios cuadernos de dibujo de papeles distintos, al igual que materiales. Pero ya me había encontrado con la carpeta de dibujos para clase de esa chica y después de verlo, no tenía muchas ganas ni de intentarlo. Yo no era artista.

Secuestrada (Indefensión Aprendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora