20-El gato

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Me dolía la cabeza.

Ya había apagado una vez la alarma cuando esta sonó, pasaba de despertarme tan temprano... Pero esa mañana el mundo parecía estar en contra de que yo durmiese tranquila. Si es que podía estar tranquila en una habitación que no era mía...

Después de la alarma escuché un portazo, como si la puerta no se pudiese cerrar con más delicadeza.
Luego escuché ruidos en la ventana. Suaves y repetitivos golpes.

Me giré en la cama sobre mi misma envolviéndome aún más con la manta, tratando de ignorar el ruido. Estaba segura de que era una rama, había un gran árbol en el patio cuyas ramas casi rozaban la ventana.

Y finalmente... Otro portazo.

- ¿En serio sigues durmiendo?

Seth entró de golpe y encendió las luces. Me cubrí automáticamente la cara con la manta y los brazos para evitar la luz.
Escuché como entraba y también abría las cortinas...

-Levántate.

Lo maldecí en voz baja.

-Te doy cinco minutos. Si no te levantaste para entonces, volveré. Y no quieres que vuelva.

Salió del cuarto. ¿Qué diablos se suponía que había sido eso? ¿Una especie de amenaza?

No es que quisiera levantarme, pero ya no podía volver a dormirme. Así que me incorporé en la cama y me quedé unos segundos mirando a la nada. El sonido de la ventana volvió a repetirse, pero lo ignoré por completo mientras me levantaba y salía de la habitación.

Al menos podía estar segura de una cosa sobre Seth: se le daba bien cocinar. Aunque yo, por una razón o por otra no pudiera disfrutar del verdadero sabor de la comida.

Pero se le notaba conforme lo hacía. Se movía por la cocina como si tuviera un par de dobles de escenas de riesgo. Giraba hacia allí, removia aquello, bajaba el fuego, cortaba, daba vueltas a las sartenes. Hasta parecía que disfrutaba, que se divertía.

Y además de eso, cuando me acerqué vi que estaba abriendo los armarios y la nevera de vez en cuando, anotando cosas en un trozo de papel. Me senté en el taburete habitual, llevaba la manta arrastrándose detrás de mi sobre mis hombros.

-Menos mal que decidiste levantarte sola -dijo mientras removía el contenido de la sartén-. Aunque te saltaste el desayuno.

Apagó el fuego y sirvió la comida en dos platos. Olía maravillosamente.

-Este es mi desayuno -respondí.

Puso un plato frente a mi y otro para él cuando se sentó. Hasta me dio cuchilo y tenedor, la cuberteria completa ¡que amable! ¿Cabía alguna posibilidad de que pudiese llevarme ese cuchillo sin que se diera cuenta? No parecía viable...

- ¿Qué tal la noche?

Fue una pregunta tan repentina que no supe qué responder. Tampoco sabía a que se refería, pero estaba serio, tenía sus ojos azules clavados en mi.

Azules. No me había fijado hasta ahora. ¿Siempre lo fueron? ¿No eran más oscuros? Quizás me lo imaginé...

-Podrías ser un poco más concreto.

-Cómo dormiste.

Me escogí de hombros. De no haber sido por las interrupciones matinales, hubiese sido genial. Pero a parte de eso, nada del otro mundo.

No dejó de mirarme.

- ¿Viste tu cuello? -dijo.

No, no lo vi. Ni siquiera habia pasado por el baño como para verme en el espejo. Por instinto, llevé una de mis manos hacia allí, noté un escozor cuando rozaron las heridas.

Secuestrada (Indefensión Aprendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora