38-Cómo fingir tu propia muerte sin morir en el intento

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La herida que acababa de hacerme empezaba a requemarme, pero no lo suficiente. Puse ambas manos sobre mi cuello, nada. Solo un pequeño corte, suficiente para que la sangre mojara mis dedos pero no bastante para que pudiese morirme ni de casualidad. Me los había hecho peores en los brazos sin tantas ganas...

Debí haber sido más rápida.

No reconocí quién era. Quiénes, mejor dicho. Me habían quitado la navaja y tirado al suelo muy rápido, no pude más que maldecir para mi misma.

-Pues espero que hayáis venido a matarme entonces... -dije volviendo a incorporarme- porque si no, ya no entiendo nada...

La segunda persona se rió histéricamente. No hizo falta más para reconocerle, el vigilante de las adivinanzas adicto al fuego.

-Te dije... Te dije que era especial. Le va el dolor, la angustia, el sufrimiento...

No era cierto. Aunque parecía que se estaba describiendo a si mismo. El otro se acercó más a mi y me miró desde arriba. Fue como un un momento de déjà vu, porque se trataba del mismisimo Sokar, otra vez.

- ¿Cómo conseguiste esto? -preguntó enseñándome la navaja.

Me escogí de hombros.

-La llevaba desde el principio. Nadie me lo quitó.

Él puso los ojos en blanco guardándola en un bolsillo.

-Preciosas quemaduras... por todo tu cuerpo -decía el pirómano como en trance.

-Menuda panda de paletos... -se quejó Sokar.

- ¿Qué has dicho? -preguntó el otro, que no dejaba de mirarme. Su expresión seguía dando escalofríos, pero no tanto como a la luz del mechero.

-Nada. Que vuelvas a encadenar a la loca. No sé en que pensaba Isis cuando la dejó así...

- ¡Eh! -reclamé mientras el pirómano tiraba de mi hacia la pared-. ¿Pero se puede saber qué queréis de mi?

Me esposó las manos igual que antes, con los brazos estirados hacia arriba y la cadena pasando alrededor de una tubería para que no pudiese alejarme. Se manchó las manos con mi sangre y después de levantarse y alejarse de mi, se las lamió. Verlo fue asqueroso. A Sokar tampoco pareció agradarle ese gesto, puso los ojos en blanco, otra vez.

-Ella dijo que ibais a matarme -insistí-. No se qué os importa entonces si me suicido. El resultado sería el mismo, al fin y al cabo.

-Eso vinimos a hacer -contestó alegremente el pirómano.

-Aún no puedes morir -dijo Sokar-. Isis mandó que nos encargaramos de ti, que le daba igual cómo. Al parecer alguien tuvo una idea original así que...

Sokar miró con una mezcla de expectación y aburrimiento a su entrañable compañero que reía con nerviosismo.

-Vamos a torturarte... Grabarte... y finalmente asesinarte -dijo el tipo raro-. Para luego hacerle sufrir. Porque ha está suplicando por ti.

Eso fue tan contradictorio a lo que sabía que incluso tardé en darme cuenta de a qué se refería.

-Mejor vámonos -dijo repentinamente Sokar- cambié de opinión respecto a ti.
Agarró a su compañero del hombro y le empujó hacia la salida.

- ¡Oye! -se quejó él.

- ¡Espera! -dije yo, pero no se detuvieron-. ¿De quién habláis?

- ¿No íbamos a...?

-Mandaremos a otro menos bocazas que tú.

Me ignoraron por completo y cerraron la puerta con llave. Supongo que debía alegrarme, porque al parecer me había librado de momento.

Secuestrada (Indefensión Aprendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora