68-Hundida

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Sentía mi cuerpo tan pesado como si estuviese condenado a quedarse hundido en el suelo para siempre. No era capaz de moverme ni percibir nada, parecía que mi cerebro no terminase de conectar bien con todos los nervios de mi cuerpo. A veces hasta tenía la sensación de que no estaba respirando, que no estaba viviendo... Solo estaba presente, no era más que una espectadora en una situación que no podía controlar.

Recuerdo imágenes borrosas imposibles de descifrar, palabras distorsionadas que todavía se repiten en eco en mi cabeza pero no logro conectar. Sensaciones desagradables que no quiero entender.
Creo que no soñaba... Pero si hubiera soñado algo, se que sería lo mismo de siempre, que pronto se cumpliría como una terrible premonición.

La única vez que estuve suficientemente consciente para percatarme de lo que estaba ocurriendo, me di cuenta de que, técnicamente, era lo que había deseado.
E irónicamente... Lèksey me había secuestrado.

No sabía dónde estaba. Abrí los ojos y todo estaba demasiado oscuro como para poder ver algo. Además, yo tenía los párpados tan pesados y el cuerpo tan entumecido que solo el esfuerzo de mantener los ojos abiertos me agotaba de forma abrumadora. ¿Cuanto tiempo había pasado?

Me faltaba el aire. Intenté centrarme en mi propia respiración, controlándola para ir más despacio y aprovechar el aire que conseguía obtener. Pasaron los minutos y todo seguía igual de oscuro, mi vista no quería acostumbrarse al lugar. Intentaba pensar qué había ocurrido y cómo había llegado allí, pero en aquel momento seguía demasiado confusa para procesar esa clase de pensamientos racionales.

¿Estaba en el suelo? Tal vez... se sentía sólido y helado. Hacía mucho frío y la humedad penetraba en mis pulmones... Olía a moho y a saberse qué más, pero mis alergias no eran foco de preocupación en aquel momento.

Intenté con todas mis fuerzas levantarme, pero mi cuerpo no me obedecía, a penas conseguí mover los dedos de una mano y notaba como me crujían los huesos al hacerlo. No entendía porqué era tan doloroso.
En algún momento escuché un ruido metálico que hizo eco por todo el lugar. Una puerta se abrió, estaba fuera de mi alcance y la luz me cegó de tal manera que me era imposible ver nada, más que antes incluso. Tenía los ojos llorosos y por más que intentaba mirar, solo pude distinguir la figura de una persona encorvada junto a la puerta.

- ¿Lex? Hay una chica en tu sótano...
Era una voz ronca y susurrante, sonaba preocupado y sorprendido. Debía ser un hombre muy mayor.

Extendi mi mano tanto como pude hacia él, es decir, tan solo unos centímetros, pero lo suficiente para que se diera cuenta de que me movía. Quería gritar, pedirle ayuda... Quería salir de allí como fuera. Pero no tenía voz. ¿Dónde estaría Ángel? ¿Se habría dado cuenta ya de mi desaparición? ¿Estaría él a salvo?

-Es trabajo papá. Ya te dije que no entres ahí...

Su voz se escuchó más lejana, pero me hizo tener escalofríos y me causó un único pensamiento. Otra vez no.

Se escuchaba cada vez más cerca.

- ¿Está despierta?

-Sí... -dijo el viejo tras una pausa-. Trabajas demasiado hijo...

- ¿En serio? -escuché sus pasos apresurados y al alcanzar la puerta impidió el paso de más luz-. Increíble...

Ambos se dijeron algo más, palabras que no recuerdo o tal vez no llegué a escuchar, luego desaparecieron, dejando la puerta abierta.

Quería salir de allí.

Logré poner mi mano sobre el suelo, intentando en vano encontrar algo a lo que agarrarme. Tenía las puntas de los dedos adormecidas, sentía un hormigueo que poco a poco empezaba a extenderse hacia el resto del brazo, tal vez era una buena señal, porque empezaba a recuperar el movimiento... Pero no me sirvió demasiado.

Secuestrada (Indefensión Aprendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora