46-El sueño

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El día de Navidad fue bastante extraño para mi, teniendo en cuenta que desperté al mediodía...

Conocía el hospital porque había estado alguna vez allí, de visita o ingresada con la gripe en segundo curso. Esperaba no encontrarme con nadie conocido, pero de todas formas salí de la habitación.
Había muchos niños y ancianos ingresados en el hospital, las familias habían venido a visitarlos en Navidad.

En la sala común había un árbol de Navidad decorado, un Santa Claus falso vino de visita y dio regalos a los más pequeños. Por un día, pudieron comer la comida que había preparado su familia para ellos en lugar de la terrible comida de hospital.

Por suerte nadie me prestaba atención a mi, la chica con una muleta y el cuello vendado sentada en un rincón de la sala.
Michelle me obligó a ir para socializar. No sé porqué se empeñaba en eso, pero ella se fue por la tarde y yo me quedé sola.

Un simpático niño se acercó y me ofreció una chocolatina encorazonado por su madre. Yo se lo agradecí con media sonrisa aunque no podría comerlo hasta dentro de dos días más.

La verdad es que fue la Navidad más deprimente de mi vida, peor incluso que la primera vez que mi hermano no estuvo en casa, cuando se fue a la Universidad.

Pero por suerte el día aunque aburrido, pasó rápido y llegó la hora del toque de queda, por lo que terminó mi deambulación sin sentido por los pasillos del hospital.

-Buenas noticias -dijo una enfermera super contenta entrando en mi habitación-. Tu madre llegará mañana por la tarde, su vuelo se retrasó, pero ya falta poco.

No eran noticias exactamente buenas para mi. Además seguía molestándome el hecho de no saber porqué diablos estaba fuera del país en esas fechas. Y el hecho de que cualquiera que hablase de mi madre, lo hiciera con una expresión de lástima y tal vez conteniéndose para no darme sin querer una terrible noticia, una que yo ya conocía.

No recuerdo que soñé aquella noche, pero me hundía en la tierra... Y es extraño, porque aunque no recuerdo todos los detalles, es de los pocos sueños de los que conservo algo, supongo que es porque la sensación de aquel sueño se repitió varias veces más con el paso de los días.

Cuando abrí los ojos estaba en el suelo, al otro lado de la habitación y me dolía el brazo derecho por el codo.

Todo estaba a oscuras y no sabía que hora era exactamente, pero intuía que no debía haber dormido mucho.

Las sensaciones del sueño todavía estaban presentes en mi cuerpo, debía de haber estado sonámbula. Tal vez me había levantado sola y había acabado allí.

Recordaba que alguien me agarraba del brazo pero yo me resistía. Hasta que ambos caíamos al suelo, que en mi sueño era un campo de hierba alta. Me hundía lentamente entre la maleza, hasta llegar a la tierra que se sentía como arenas movedizas. Llegaba un punto en el que ya no podía moverme, me ahogaba y desaparecía.

Desde luego, si no fuera por lo surrealista del final, ese sueño podría haber sido una manifestación de estrés postraumático de un secuestro.

Pero, aunque pasaron muchas cosas, fue de todo excepto traumático. Las cosas no fueron tan mal como podrían haber sido, gracias a Ángel, después de todo.
Pero una cosa tenía clara, aunque en mi sueño me había defendido de lo que fuese que me atacaba, hubiese preferido volver a pasar una vez más por todo aquello que regresar a mi absurda vida anterior.

Y me puse de pie en la oscuridad de la habitación con un sólo objetivo en mente, regresar a casa y recuperar mi carta.

Porque cuando todo lo demás estaba fallando, lo único que me quedaba era enfrentarme a mi misma.

Secuestrada (Indefensión Aprendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora