55-Alucinaciones

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He de reconocer que temía volver a adentrarme yo sola en esa gran ciudad, sobre todo teniendo en cuenta que a penas había pasado un día desde el incidente. Lèksey podría seguir allí, al acecho. Pero también tenía la esperanza de encontrar a Ángel si encontraba su teléfono...

Tan pronto como pude, salí y cogí un autobús hacia la capital, con el escaso dinero que me quedaba.

Lo que antes había sido una hora de trayecto en coche, se había convertido en más de dos horas de bus con paradas en cada pueblo remoto que tenía en la ruta. Ese tiempo estuve vigilando constantemente la ubicación del GPS.

Como había un radio bastante grande de margen de error, el punto no se movía demasiado, pero a veces cuando recalculaba la posición, veía que cambiaba de lugar a uno bastante más lejano. Por lo menos eso significaba que él (o alguien) llevaba el móvil encima y no estaba simplemente perdido en algún lugar.

Pero lo que me preocupaba no era encontrar el lugar que señalaba, si no que alguno de los dos teléfonos se quedase sin batería en el proceso. Entonces yo sí que estaría perdida.

Cuando llegué al centro mis preocupaciones por Lèksey disminuyeron drásticamente. Allí había muchísima gente, más incluso que el día anterior, no podía tener tan mala suerte de volver a cruzármelo justo a él.

Todos los que andaban por las calles iban en grupos y bandadas, vestidos de distintas formas, más elegantes o más casuales, algunos incluso con decoraciones de fiesta o disfraces. Debía de haber una gran fiesta... No estaba muy al tanto de las celebraciones populares.
Estuve andando horas, esquivando las mareas de gente yendo y viniendo en todas las direcciones, también evitando calles cortadas, incluso algunas peatonales estaban restringidas al paso.

En la plaza central se escuchaba música y parecía que toda la gente se dirigía allí. El ruido hacía eco por toda la ciudad y resultaba imposible no darse cuenta de lo ajetreada que iba a ser la noche. Y eso que a penas estaba atardeciendo...

Cuando por fin logré alcanzar la zona marcada por el GPS me relajé bastante. Aunque todavía faltaba la parte más difícil. En un kilómetro a la rotonda, debía encontrar a una sola persona escondía entra una marabunta de gente. Eso sin tener en cuenta que podría encontrarse en cualquier edificio, restaurante, bar, salón y hotel al que yo no podía acceder. Eso hacía que misión pareciese imposible de realizar.

Empecé recorriendo las calles principales, para luego ir hacia las menos concurridas. Caminaba poco a poco e intentaba fijarme en cada detalle, cada escaparate de tienda, cafetería o bar que me permitiese ver el interior. Mientras, anochecía y escuchaba fuego a artificiales aleatorios al otro lado de la cuidad.

Ya iba a darme por vencida cuando empecé a meterme en callejones oscuros y de poca confianza. La cantidad de gente rondando los alrededores se reducía al tiempo que aumentaba la de encontrarme con algo o alguien poco agradable.

Escuché un grito cercano y pasos apresurados yendo hacia mi. Me puse a la defensiva, pero entonces vi que se trataba de otra chica de más o menos mi edad. Corría en dirección contraria a la mía como si su vida dependiera de ello. Lloraba, la escuchaba sollozar. Solo me miró de reojo pero pareció que yo también la asustaba, se alejó corriendo y sin detenerse.

Como imprudente que soy, fui en la misma dirección de la que ella provenía, con la mano derecha metida en mi bolsillo, sujetando una pequeña navaja. Esta vez no había sido tan estúpida de no llevar algo para defenderme conmigo.
Había una persona en el callejón, a penas alumbrado por una farola de la calle de al lado.

Estaba apoyado con la espalda a la pared y se dejó caer lentamente al suelo, llevándose una mano a la cabeza.

- ¿Ángel? -le llamé dudosa.

Secuestrada (Indefensión Aprendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora