12-Hielo

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El hecho de que ambos tuvieran el mismo nombre no hacía más que complicarme la situación. Cuando oía el nombre, no sabía a quien esperarme. Y yo tampoco conseguía ordenarlos en mis pensamientos, porque aunque eran diferentes, pensar en un nombre, para bien o para mal, me recordaba a ambos.

Ah, pero el segundo Seth se esforzaba en conseguir que le odiase, cada vez más.

Por supuesto, sabía que no me quedaba mucho tiempo dentro de ese sótano, según lo que me había dicho Seth antes de irse y que viniera el otro, tenía que llevarme a mi última parada.

Luego, este otro Seth bajó, con una sonrisa perturbadora en los labios y la ropa empapada en sangre.

En cuánto me vio silbó impresionado.

-Menos mal que ya hemos resuelto el problema. Ahora sólo quedas tú, preciosa.

Al principio, me ayudó a levantarme, después ya no fue tan amable...

Subí las escaleras lentamente, bajo su atenta mirada; comprobando que, tal y como había supuesto, arriba había otra puerta y está parecía estar oculta en un rincón de la sala de estar.

Claro que, no se parecía mucho a una sala de estar. Tenía los típicos muebles como silones, sofá, una televisión.... Pero lo perturbador eran las manchas frescas de sangre en la alfombra, mezcladas con barro y huellas de pisadas. La radial electrica recientemente usada, hachas y machetes...

Y toda esa sangre, pertenecía a una persona que no sabía ni cómo se llamaba.

- ¿Sabes qué es lo más ha complicado Geb con su rabieta?

Dijo mientras me empujaba hacia la cocina. La luz del sol inundaba la estancia, parecía ser el lugar más limpio de la casa. Impecable.

-Que ahora nos tomará un tiempo restaurar esa cara bonita -dijo.

No supe a qué se refería hasta que me agarró del pelo, hundiéndo súbitamente mi cara en el agua helada acumulada en el fregadero.

Cogí una última bocanada de aire en el momento justo para no ahogarme. Estuve así varios segundos hasta que tiró mi cabeza hacia atrás y recuperé el aire. A penas pude abrir los ojos y observar que, tal como había pensado, había hielo en el agua.

- ¿Cuánto crees que puedes aguantar sin respirar? -dijo Seth-. ¡Averigüémoslo!

Y de nuevo, agua helada. Estaba empezando a dejar de sentir por completo mi cara, primero la sentía congelada y el dolor desapareció, pero luego nada.

- ¡Maravilloso! Esto funciona.

Cada vez que decía algo volvía a zambullirme mientras se reía.

-Tienes que estar presentable, no podemos llevarte en estas condiciones a tu comprador.

Y más agua.

-Aunque lo provocaste tú misma, en realidad.

Más hielo.

-Me pregunto que hará contigo... ¡Lástima que sólo pueda imaginármelo!

Tras una última vez, cuando ya creía que no podría aguantar más sin respirar, me miró detenidamente la cara, tocándola.

- ¿Puedes sentirlo?

Negué apresuradamente con la cabeza.

-Sí, yo creo que la inflamación ha bajado bastante... en un rato ya no se notarán los cardenales ¿a que es un buen método?

Y sin darme ni un respiro, me agarró del brazo y tiró de mi hacia hacia unas escaleras hasta el piso superior.

-Dúchate -dijo mientras me metía a través de otra puerta-. Si en veinte minutos no sales... quizás quieras que venga a buscarte.

Secuestrada (Indefensión Aprendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora