15-Decisiones

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Disparé dos veces. El guarda cayó al suelo antes de llegar a cerrar la puerta.
Disparé dos veces más cuando alcancé el interior de la habitación.

Agarré el brazo de la chica y la arrastré fuera momentos antes de que él se derrumbara también. Ella no reaccionó, no había tiempo para dar explicaciones. Los disparos ya habrían alertado al resto de huéspedes del motel, quizás el sonido del alboroto había llegado hasta la recepción. Quizás había más de ellos cerca... no podía arriesgarme.

Bajé las escaleras tan rápido como pude con Samantha detrás de mi. Mientras llegábamos al coche pude ver como algunas luces empezaban a encenderse en las ventanas, alguien gritó... Debíamos irnos, rápido.

Abrí las puertas y para mi sorpresa, no se resistió a entrar. Aunque no tuve mucho tiempo para mirarla, sus ojos se veían vacíos, apagados, como una vela que había perdido su llama. Simplemente inexpresiva.

Mientras yo arrancaba el coche y salía del parking, ella hundió la cabeza y sus manos entre las rodillas. No dijo nada.
Si alguna vez había pensado que esa chica no podría estar más trastornada, me equivocaba. Había llegado a su límite.

Tomé varios desvíos en la carretera por precaución, no estuve tranquilo hasta que no pasó prácticamente media hora y comprobé que ningún coche sospechoso nos seguía.

Ella no se había movido en todo ese tiempo.

¿Y ahora? ¿Qué se suponía que debía hacer? Me había involucrado demasiado.
Pero esa situación... sólo podía haber acabado en desastre. Samantha podría haber muerto a manos de su padre. O él podría haberla llevado a casa... teniendo que afrontar la verdad y rompiendo su familia. O ella habría estado obligada a vivir con el secreto. Muchos finales, pero todos terminaban en una tragedia insoportable para cualquiera.

No me arrepentí de disparar.

-Tienes que volver -le dije- a tu hogar.

Tardó varios segundos en reaccionar.

- ¿Hogar? -murmuró, luego levantó la cabeza y se giró hacia mi-. ¿Hablas en serio? ¡Estabas ahí mismo! ¡Has visto lo que acaba de ocurrir!

Hasta ese momento nunca la había escuchado levantar así la voz. Estaba fuera de si.

- ¡No puedo volver! -continuó-. No podía hacerlo antes. Y ahora... no tengo dónde volver...

En el rato que había estado hablando, se había subido al asiento, de rodillas, la sentía a mi lado por encima de mi, sólo se apoyaba con una mano sobre el respaldo de mi asiento. Estaba tan cerca que me bloqueaba los movimientos al cambiar de marcha. Además tampoco podía verla bien, llevábamos mucha velocidad en la autovía, estaba oscuro y si apartaba la vista un segundo de la carretera podría chocar con cualquiera.

-Ya cálmate, a este paso vamos a tener un accidente.

- ¿Te parece que eso me importa ahora mismo? -gritó enfurecida.

Finalmente se dejó caer sobre su asiento. Tenía razón, no podía volver... Ya no tenía ningún lugar a dónde ir y no podía quedarse sola, vagando por ahí. Era mi responsabilidad, yo había dejado que eso ocurriera.

Pensé que ya se había calmado cuando se sentó y estuvo un rato sin decir nada, pero que ingenuo por mi parte olvidar que era suicida.

Puso una mano sobre el manillar de la puerta con intención de abrirla, por suerte yo reaccioné más rápido, bloqueándolas.

Se veía frustrada.

-No morirías -le dije-. Probablemente sólo te romperías algunos huesos más. Pero los demás coches te esquivarían y finalmente alguno frenaría para llamar a una ambulancia... Así que haz el favor de ponerte el cinturón y quedarte quieta.

Secuestrada (Indefensión Aprendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora