43-Detenida

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Si alguna vez se me hubiera ocurrido pensar que las cosas podrian salirme bien, estaba equivocada. Sobre todo después de las últimas semanas.
Aquella noche seguimos recorriendo el bosque al margen de la carretera durante los treinta eternos kilómetros. Tal vez en otras circunstancias ambos podríamos haber recorrido la distancia en menos tiempo, pero los dos habíamos tenido momentos mejores. Eran las cuatro de la madrugada, según el reloj de Ángel, cuando nos encontramos con las luces de la ciudad más allá de los árboles y la carretera empezaba a presentar farolas en ambos lados. Fue gratificante poder ver algo, por fin, porque la linterna había sido de ayuda, pero andar tantas horas en la oscuridad había sido un suplicio.

No tenía ni idea de dónde estábamos, pero suponía que Ángel podría saberlo, a pesar de que en ningún momento me dijo su plan, que pretendía o cómo pensaba volver a su casa. Tal vez ni siquiera había un plan, porque tenía toda la pinta de que estaba improvisando.

Él observaba el lugar minuciosamente desde nuestro escondite. Sólo podíamos ver que estábamos todavía a las afueras de la ciudad, pero ya empezaban a verse edificios cercanos, calles adoquinadas y aceras peatonales. Todo eso yo lo intuía más que nada, porque ver... Pues no mucho.

-Salgo yo. Tú esperas -dijo Ángel.

-Pero... -no pude terminar mi frase porque me interrumpió.

-Llamaremos más la atención si somos dos.

En eso tenía razón. Es más, yo con mi apariencia de haberme escapado de un hospital sí que llamaría la atención. Él todavía pasaba desapercibido.

- ¿Qué pretendes?

-Conseguir un transporte...
Lo miré enarcando las cejas y cruzándome de brazos.

- ¿Vas a hacerle un puente a un coche o qué?

-Soy un criminal. Puedo hacer eso y más -dijo con un ligero tono de soberbia.
Resoplé. Estaba a punto de salir a la carretera, pero lo detuve agarrandolo del brazo.

- ¿Seguro es una buena idea?

-Sólo serán un par de minutos -prometió.

Realmente, había una fila de coches aparcados a tan sólo veinte metros de distancia. Parecía sencillo, ir y volver. Pero mi intuición me obligaba a pensar que no saldría bien.

- ¿Debo recordarte lo que pasó la última vez que creíste tener una buena idea? Porque fue hace unas horas y casi acabas muerto.

-Tienes razón, pero esta vez no pasará nada. Dos minutos, nada más.

Se marchó antes de que pudiese hacerle entrar en razón. Y cuando intenté seguirle, le perdí de vista en la oscuridad y la ciudad borrosa frente a mi.

Me quedé al margen del bosque, esperando. Pero igual que anteriormente, mi intuición fue certera. Las cosas no iban a salir bien tan fácilmente, como si nuestra suerte fuese a permitirnos eso...

Pensé que la luz de mi linterna había llamado demasiado la atención, así que la apagué cuando observé las luces rojas y azules en la carretera. Todavía tenia la esperanza de que no se hubieran dado cuenta, pero tal vez nos venían buscando.

Treinta kilómetros más atrás abandonamos un coche que no podía ser más sospechoso. Y aunque nos habíamos alejado bastante por carretera de aquella casa donde yo misma atraje a la Policía... ¿Quién me decía que no podrían haberse alertado en los alrededores?

Por eso, cuando vi el coche con las luces pasar por la carretera, me planteé alejarme de allí y tal vez internarme más en el bosque. Pero con la oscuridad y mi miopía, estaba segura de que me perdería por completo y ni siquiera volvería a encontrar la carretera.

Secuestrada (Indefensión Aprendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora