Capítulo 7

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Roger bebía su batido con calma mientras observaba a Brian con interés. No le gustaba admitirlo, pero las pocas veces que llevaba viéndose con el chico le hacían sentir bien. A pesar de que todos los días trabajaba, a excepción de los domingos, cuando Brian aparecía en su hermoso auto color negro no podía evitar sentirse aliviado. Verlo significaba huir de las sucias manos de decenas de hombres por un par de horas. Significaba ser él mismo.

Aún así no todo era miel sobre hojuelas. Sabía perfectamente que no tenía escapatoria. Su deuda con Neil era tan grande que había veces que pensaba que moriría sirviéndole a ese hombre. Y aunque sabía que irse con Brian de vez en cuando era desafiar las reglas de Neil, no le importaba demasiado. De todas maneras no lo hacía tan seguido seguido. Solo llevaba viéndolo tres o cuatro veces esporádicamente, y estaba seguro de que Neil no sospecharía nada por el momento.

Roger se sentía a gusto con Brian sin ser realmente amigos. Lo consideraba un chico simpático que solo buscaba un respiro para huir de sus problemas, justo como él.

Brian le agradaba porque no lo buscaba para desahogar su frustración de manera sexual como la mayoría de los hombres, lo buscaba para que lo escuchara sin temor a ser juzgado. Además, que no se conocieran era una gran ventaja, así ninguno de los dos salía perdiendo. Por eso Roger no podía ser su amigo. Ser amigos significaría estar involucrado uno en la vida del otro y, por ende, su amistad estaría destinada al fracaso, porque...

¿Quién estaría orgulloso de ser amigo de un prostituto?

Roger ya conocía el rechazo desde hacia mucho tiempo y por eso no quería volver a experimentar una situación similar. A diferencia de él, Brian era un chico divertido, alegre y, sobre todo, decente. ¿Qué era él a comparación suya? Fácil, un simple chico vulgar.

Un vendedor de caricias.

—Estás muy callado.

La voz de Brian lo sacó de su ensimismamiento.

—Y aunque siempre soy yo el que habla más, aún así me consterna un poco —Brian volvió a hablar a la vez que clavaba el tenedor en una de sus aceitunas—. ¿Te encuentras bien?

—No es nada, sólo pensaba en algunas cosas —respondió Roger, volviendo a beber de su batido.

—Si te pasa algo puedes hablarlo conmigo. Tú siempre me escuchas.

—Estoy bien, Brian.

Brian entendió que Roger quería que lo dejara en paz y volvió su atención a la ensalada que estaba degustando. Con lo poco que llevaba hablando con él, había logrado darse cuenta de que Roger tenía un carácter un tanto difícil, pero aún así no dejaba de pensar que el chico era una buena persona.

Como el ambiente se había quedado en completo silencio, Brian decidió sacar un tema de conversación que hiciera sentir al otro un poco más cómodo.

—Supongo que la vainilla es tu sabor favorito, ¿no? —preguntó, recordando el peculiar aroma que el rubio dejaba en su auto al bajar.

Roger no respondió al instante por estar muy concentrado en su batido. No obstante, segundos después se animó a responder.

—Sí, lo es —dijo con con un todo de voz bastante bajo pero audible. Eso tranquilizó a Brian, pues por un momento había llegado a pensar que el chico ya no querría hablar más por el resto de la noche.

—Eso es excelente —dijo Brian animado, continuando con la conversación—. Mi sabor favorito es el chocolate.

—También sabe bien —corroboró Roger, recargando uno de sus codos sobre la mesa para poder apoyar su mentón sobre la palma de su mano—. Pero no mejor que la vainilla.

Sirio [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora