Cuando su espalda chocó contra el duro colchón, Roger Taylor supo que sería una noche difícil. No era que no estuviera acostumbrado a esa clase de tratos, al contrario, lo estaba, pero eso no quitaba que le costara un poco de trabajo adaptarse al comienzo.Cómo el hombre que estaba sobre él lo manoseaba sin vergüenza alguna, mejor cerró los ojos y se limitó a jadear, deseando con todas sus fuerzas que eso acabara pronto para poder obtener lo único que le importaba: el dinero.
Cuando los besos y mordidas en su cuello cesaron, Roger abrió los ojos y se encontró con la mirada oscura del hombre.
—¿Me extrañaste, Honey? —preguntó con lujuria mientras deslizaba una mano por debajo de su camisa.
Roger no respondió. El hombre se abalanzó nuevamente a su cuello, dejando marcas rojizas que no se quitarían en buen tiempo.
—Agh... —se quejó Roger. El otro no se detuvo.
—Yo sí, y mucho... —continuó diciendo el hombre, absteniéndose de besarlo en los labios por las reglas que se sabía de memoria—. Eres perfecto.
Roger sintió náuseas cuando aquellas manos sucias y regordetas lo despojaron de sus prendas, pero como siempre, no dijo nada. A fin de cuentas, ese era su trabajo.
El hombre no demoró demasiado en hacer lo que tenía que hacer con él, y cuando terminó, rápidamente se vistió alegando que debía volver pronto a casa con su esposa y dejó un par de billetes en la mesita de noche.
Roger lo dejó ir, y cuando estuvo completamente solo, también se levantó de la cama y caminó rumbo al baño para asearse un poco. Una vez dentro, se acercó al espejo y observó las marcas que el hombre había dejado sobre su piel; pasó sus dedos sobre ellas en una leve caricia y sin más se metió a la regadera para deshacerse de todo rastro del encuentro de esa noche.
Cuando terminó de ducharse, tomó una toalla que estaba sobre el retrete como cortesía y secó cada rincón de su cuerpo, finalizando con su rubio cabello. Después, prosiguió a levantar la ropa que estaba esparcida por el suelo y se vistió, recordándose de llevarla a la lavandería en cuanto su jornada laboral terminara. Finalmente se acercó a la mesita de noche y guardó los billetes en el bolsillo trasero de su pantalón.
Cuando el reloj marcó apenas la medianoche, Roger salió de la habitación del hotel que su cliente había alquilado y abandonó el edificio sin mirar a nadie. Las calles estaban vacías y eran pocos los autos que transitaban por ellas. Eso parecía no importarle. El chico estaba acostumbrado a esa clase de vida desde muy joven.
En menos de media hora llegó a Whitechapel Road sin ánimos de nada. Caminó lentamente por la acera esquivando de vez en cuando a sus compañeras de trabajo, pero cuando estaba por llegar a su lugar asignado, alguien lo tomó con fuerza del antebrazo.
—Aquí estás, cariño —dijo una voz grave que Roger no tardó en reconocer.
—Neil —respondió con voz apagada. El hombre sonrió.
Neil Brown, un hombre alto y fornido, era la persona que se encargaba de cobrar las ganancias del negocio. En pocas palabras, era el proxeneta que se beneficiaba de las personas que trabajaban para él.
—¿Tienes algo para mí? —preguntó Neil extendiendo la mano. Roger asintió y del bolsillo de su pantalón sacó los billetes que había ganado esa noche.
Neil los contó con sumo cuidado y después le entregó a Roger lo que le correspondía.
—Sigue así, Roger, y tal vez te de un cliente especial para navidad.
Neil apretujó una de las mejillas de Roger y después se alejó para ir a cuestionar a un par de chicas que al parecer también le tenían que rendir cuentas.
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Sirio [Maylor]
Fanfiction"Sirio es la estrella más grande y brillante del universo, ¿lo sabías?" Brian es universitario. Roger se busca la vida en las calles. No se conocen, pero la vida de ambos cambia para siempre gracias a una visita a Witchapel Road. [Maylor]. AU. Publ...