Una de las cosas que John Deacon detestaba más en la vida era lavar los trastes después del desayuno. Sabía que debía ayudar en casa, pero esa mañana, justo cuando todos disfrutaban de un momento en familia, una tía lejana llamó para darles la noticia de que el señor Frank Hamilton —un amigo íntimo de la familia de su padre— había fallecido. En un principio, John creyó que su padre llamaría a la familia del señor Frank para darle el pésame y hasta ahí, pero cuando éste dejó la taza de café sobre la mesa y los miró seriamente, entendió que las cosas serían diferentes.
«El señor Frank fue el único que apoyó a mí padre cuando se quedó sin empleo, y su esposa, la señora Constantine Hamilton, cuidó de mí cuando me quedaba solo en casa», explicó Arthur Deacon, mientras todos lo escuchaban con suma atención. «Y el no asistir a su funeral sería una gran falta de respeto de mí parte».
John no se sorprendió cuando su padre les dijo que viajaría en seguida a Aberdeen para estar con la familia del señor Frank, pues algo que siempre lo había caracterizado, era el valor de la lealtad. Su madre, conmovida por la situación, se ofreció a acompañarlo en el largo viaje y Julie no se quedó atrás. Él hubiera querido ir también, pero antes de que dijera algo al respecto, su padre le recordó que estaba castigado por haber destruido el auto y, sin sutileza alguna, le dejó en claro que por su culpa tendrían que viajar en tren.
«Regresaremos dentro de tres días, John, así que más te vale mantener todo en orden», le había dicho su padre antes de partir. «No quiero más sorpresas».
Y gracias a eso se encontraba solo en casa, lavando los trastes del desayuno. No sabía cuántas semanas más duraría el castigo, pero ya estaba harto de pagar los platos rotos de Freddie. Lo peor de todo era que no había podido confesarle a sus padres que su amigo era el verdadero culpable, y aunque Freddie le estaba pagando poco a poco las reparaciones del taller mecánico, aún seguía molesto con él.
—Idiota —susurró John mientras enjabonaba un plato—. Imbécil hijo de... —pero no pudo terminar el insulto ya que alguien llamó a la puerta.
De mala gana, el muchacho se secó las manos y se apresuró a abrir.
—No puede ser... —dijo con fastidio al descubrir de quién se trataba—. ¿Qué quieres?
—Hola, Deacy —Freddie lo saludó con tristeza y suspiró—. Vine a dejarte más dinero, ya sabes... por lo del auto.
—Milagro —dijo John, haciéndose a un lado para que entrara—. Pasa, iré por los comprobantes.
Cuando Freddie estuvo dentro de la casa, John cerró la puerta y subió corriendo hacia su habitación. Freddie no entendía porque se empeñaba en darle comprobantes cómo evidencia de que el dinero estaba siendo utilizado de forma correcta. Él confiaba en John, pero éste seguía insistiendo en mostrarle esos papeles cada vez que iba a su casa a llevarle dinero. Odiaba que las cosas hubieran terminado así, y aunque él había querido hablar con el señor Deacon para explicarle que todo había sido culpa suya, John se negó rotundamente.
«Soy tan desdichado», se dijo mentalmente, mientras observaba la alfombra del recibidor. Minutos después, John estuvo de vuelta con un par de papeles en mano.
—Aquí tienes, Freddie —dijo, entregándole los comprobantes.
—Bien —Freddie los guardó en los bolsillos de su chaqueta y lo miró afligido—. John, yo...
—Ahora no, Freddie. Tengo muchas cosas que hacer.
Freddie se mordió el interior de la mejilla, ligeramente frustrado. Al parecer, John tampoco lo escucharía en esa ocasión. Sin embargo, reacio a irse tan pronto de su casa, miró hacia las escaleras y fingió incomodidad.

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Sirio [Maylor]
Fanfiction"Sirio es la estrella más grande y brillante del universo, ¿lo sabías?" Brian es universitario. Roger se busca la vida en las calles. No se conocen, pero la vida de ambos cambia para siempre gracias a una visita a Witchapel Road. [Maylor]. AU. Publ...