Capítulo 9

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Durante toda la presentación Brian no dejó de pensar en lo que había sucedido con Roger. Estaba preocupado, tanto así que cuando apenas terminaron de tocar, se despidió de sus amigos, se subió a su auto y se apresuró a tomar la avenida principal que lo conduciría a Whitechapel Road.

Cuando llegó a su destino se percató de que Roger aún no volvía, así que se dió otra vuelta por la manzana y aparcó el auto una calle antes para no levantar sospechas.

Brian miró el reloj de su muñeca y suspiró al ver que era la una menos cuarto de la mañana. Generalmente a esa hora ya estaba en la cama, pero esa noche haría una excepción. Además era sábado y podía darse el lujo de dormir un par de horas más que los días que tenía que ir a la universidad.

Así estuvo durante aproximadamente una hora, cabeceando de vez en cuando, hasta que a través del espejo retrovisor distinguió la figura solitaria de Roger caminando por la acera. Aguardó en el auto unos segundos más para no asustarlo, pero cuando Roger pasó a su lado, ni siquiera lo notó.

Brian frunció el ceño, y antes de bajar del auto, lo observó detenidamente: Roger caminaba a paso lento con la cabeza gacha, encorvado y abrazándose a sí mismo.

A Brian le dió la impresión de que las cosas no estaban bien con él, así que antes de que fuera demasiado tarde, bajó del auto y apresuró el paso para alcanzarlo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se animó a hablarle.

—Roger —dijo con voz suave. El chico aminoró el paso mas no se detuvo. Brian, creyendo no haber hablado lo suficientemente fuerte, lo llamó por segunda vez —. Hey, Roger.

Roger por fin se detuvo y Brian sintió un cosquilleo en la punta de sus dedos. Estaba nervioso.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Roger sin darse la vuelta.

—Sólo quería saber cómo estabas —dijo Brian, dudando si debía acercarse más o no—. Yo...

—Estoy bien —lo cortó Roger, con una voz que a Brian le pareció bastante extraña—. Vete, Brian.

—Roger...

—¡He dicho que te vayas! —Roger reanudó su caminata de forma apresurada.

—¡Hey, espera! —Brian lo siguió, y cuando lo alcanzó, lo tomó del brazo para detenerlo. Al darle la vuelta, se preocupó al ver su rostro empapado—. ¿Por qué lloras?

—No es de tu incumbencia —respondió Roger, derramando un par de lágrimas más—. Déjame sólo —nuevamente intentó huir para poder desahogarse de las terribles cosas que Norman le había obligado a hacer, pero cuando sintió que una mano lo tomaba suavemente de la muñeca para impedir que se fuera, se quedó quieto.

—¿En verdad crees que te voy a dejar ir así?

Roger miró a Brian por unos segundos y después se soltó, ya sin intenciones de marcharse.

—¿Por qué haces esto?

—Porque aunque no lo creas, me preocupas —respondió Brian.

—No te creo —Roger lo miró con ironía—. ¿Por qué habrías de preocuparte por alguien como yo cuando tienes la vida casi resuelta?

Brian lo miró desconcertado.

—¿A qué te refieres?

—Por favor, Brian, no finjas —dijo Roger, aún con lágrimas en el rostro—. Tienes una carrera, familia, amigos, dinero... ¿En verdad esperas que crea que te preocupas por mí? Siempre he estado solo y estoy acostumbrado. No necesito que me compadezcas.

Brian lo miró boquiabierto sintiéndose casi ofendido y se apresuró a responder.

—¡Por todos los cielos, Roger, yo no intento compadecerte!

Sirio [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora