Capítulo 20

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—No creo que sea buena idea dejarte solo.

—Por favor, estaré bien.

—Pero... ¿Y si algo malo te pasa y yo no estoy aquí para ayudarte? ¿Y si te caes? ¿Y si se rompe una ventana y te cortas con el cristal?

—Anda, ve tranquilo, no me pasará na... Espera, ¿por qué habría de romperse una ventana?

—¡No lo sé, todo es posible! —Brian lo miró preocupado—. ¿Y si hay un corto circuito y se incendia la casa? ¡Ay, no! ¡Olvidé escribir los números de emergencia! Sabes qué, creo que mejor me quedaré en casa contigo. La visita a Deacy puede esperar. ¿Qué tal y si...?

—Brian, estaré bien, no te preocupes —Roger lo tomó por los hombros para tratar de tranquilizarlo—. Nada malo pasará, no seas paranoico.

—Roger...

—Si te hace sentir más seguro, puedes dejarme el teléfono de la casa John por si tengo un percance, ¿qué dices?

Brian se mordió el interior de la mejilla y soltó un profundo suspiro.

—No lo sé...

—Ustedes necesitan hablar y aclarar las cosas, no pueden seguir así. Además, tú me dijiste que John sonaba muy emocionado por la visita que le harías, no puedes romperle el corazón de esta manera.

—¡Agh, está bien! —exclamó Brian—. Siempre te sales con la tuya. Dejaré el número de John en la libreta que está en el cajón de la cocina y también te anotaré los números de emergencia por si acaso.

Roger rodó los ojos y asintió, absteniéndose de decirle que no era necesario que anotara lo último ya que se los sabía de memoria.

Brian corrió a la cocina y se apresuró a escribir todos los números que conocía ante la atenta mirada de Roger.

—Se te hará tarde, Brian.

—¡Ya casi termino!

Cuando tuvo todo listo, Brian guardó la libreta en el cajón y corrió nuevamente hacia la puerta.

—Trataré de no volver tan tarde, ¿está bien?

—Deja de pensar tanto y sólo disfruta el momento —Roger sonrió de lado—. Estoy agradecido por todo lo que hacer por mí, pero también mereces un momento de tranquilidad. John es tu amigo y ambos se necesitan, así que anda. No quiero asfixiarte.

—Si se trata ti, entonces no me importaría perder hasta el último aliento.

Brian se inclinó hacia adelante y depositó un beso en la mejilla del rubio, teniendo cuidado de no incomodarlo.

—Nos vemos más tarde.

Roger le abrió la puerta y se despidió de él con un ademán con la mano hasta que la silueta del más alto desapareció al final de la calle, al tiempo que el cielo se tornaba rojizo anunciando que la puesta de sol estaba por comenzar.

***

Brian se sorprendió al darse cuenta de lo bien que la estaba pasando en casa de John. No había silencios incómodos ni tampoco disculpas atropelladas que surgieran a la mitad de la conversación. Ambos eran jóvenes nobles y fieles al sentimiento de la amistad, así que no fue difícil otorgarse el perdón mutuamente apenas se vieron en el umbral de la puerta principal.

Reían, bromeaban y jadeaban con tanto entusiasmo que parecía que alguno de los dos se quedaría sin aire pronto.

—¡Ay, por el amor de Dios! ¡No es verdad!

—¿Qué? —la voz de John sonó un poco amortiguada debido a que se encontraba en la cocina.

—¡Lo de Ellen!

Sirio [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora