Capítulo 32

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Tiempo es una palabra que si se toma a la ligera puede traer severas consecuencias. Es algo que no se puede revertir y que puede convertirse en una mala experiencia. El tiempo crea tu pasado a través de los recuerdos; tu presente con acciones y tu futuro con anhelos. Vive cada momento como si fuera el último, porque cuando te arrepientas de haber malgastado los mejores años de tu vida y desees regresar el tiempo, puede que sea demasiado tarde.

Sirio

Roger no podía dejar de mirar la blanca pared del hospital. El pitido de la máquina que tenía a un lado resonaba en su cabeza como si se tratara de un taladro, aunque podría decirse que ya había logrado acostumbrarse después de tantos meses.

Los doctores habían hecho un trabajo impresionante con él; la herida en su estómago había cicatrizado por completo y la rehabilitación para que pudiera volver a andar resultó un éxito. El único paso que faltaba por cumplir era acudir a terapia todos los fines de mes con una psiquiatra que trabajaba en ese mismo hospital, y aunque había prometido acudir, realmente no estaba en sus planes.

Por suerte ese mismo día sería dado de alta, así que mantuvo la promesa con los doctores durante toda la mañana para que no lo cuestionaran más mientras aguardaba la hora de salida.

Continuó mirando la pared de la habitación hasta que un chirrido proveniente de la puerta le hizo prestar atención. Al ver de quién se trataba, esbozó una media sonrisa.

—Hola —saludó con voz suave, al tiempo que alisaba las sábanas para verse un poco más presentable—. No creí verte por aquí hoy.

—No me perdería por nada tu alta del hospital.

—Es un gesto muy amable de tu parte.

—Tal vez.

—Hablo en serio —repuso Roger—. Muchas gracias, John.

—No tienes nada qué agradecer.

John entró por completo a la habitación y cerró la puerta con un leve empujó de caderas. En seguida observó que en los estantes habían un montón de flores que alegraban el lugar y una que otra tarjeta con palabras de aliento.

—Veo que hiciste buenos amigos aquí.

—Más bien el personal trata de que no tenga pensamientos negativos después de todo lo que pasó —dijo Roger mientras se rascaba el puente de la nariz—. Quieren hacerme sentir bien.

John asintió en silencio y se sentó en uno de los sofás que estaban a un lado de la cama.

—¿Y te sientes bien?

Roger parpadeó un par de veces y frunció el ceño, como si la respuesta de aquella pregunta se tratara de una ecuación difícil de revolver. Entonces, después de unos segundos, miró a John y volvió a sonreír.

—Muy bien.

John correspondió el gesto y se acomodó el cabello con una de sus manos, el cual ahora le llegaba por debajo de los hombros. Roger lo observaba con atención.

—Pensé en traerte un ramo de rosas también —comentó John para romper el silencio—. Pero no estaba seguro si te gustarían o no.

—No voy a mentirte... No estoy de humor para flores en este momento, pero habría sido un gesto muy dulce de tu parte —dijo Roger—. Aunque el que estés aquí ya lo es.

John se sonrojó levemente y volvió a acomodarse el cabello al ras del cuello, gesto que no pasó desapercibido por Roger.

—Deja de tocarte, no se nota —añadió, haciendo que el rostro de John se tornara aún más rojo—. No deberías avergonzarte.

Sirio [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora