Sirio [Maylor]

Capítulo 17

Por primera vez en su vida, John Deacon pensó que tener a Freddie en su casa no era buena idea. No era que jamás lo hubiera visto ebrio, de hecho, el muchacho había pasado la mayoría de sus borracheras a su lado, pero el verlo beber de esa manera tan grotesca, lo ponía nervioso. Freddie jamás se había sobrepasado de esa manera —al menos no en su casa— y, aunque se moría de ganas por preguntarle qué era lo que estaba sucediendo, no se atrevía a hacerlo.

Intentando ignorar la extraña situación, John bajó la mirada a su plato y enrrolló su tenedor en la pasta que había cocinado, mientras que Victory, quién estaba al otro lado de la mesa, observaba todo en silencio.

Así transcurrieron un par de minutos más hasta que Freddie rompió el silencio al azotar la segunda botella de ron sobre la mesa, dando a entender que había terminado.

—Joooohnny, ¿podrías traer otra botellaaaaa? —preguntó arrastrando las palabras, causando que John lo mirara de manera incómoda.

—Me temo que ya no hay más —mintió, llevando una porción de pasta a su boca. Esa respuesta pareció no agradarle a su amigo.

—Oh por favor, ¿desde cuándo eres taaaan tacaño?

—Freddie...

—He dicho que ¡hip! quiero otra botella, Deacon —dijo Freddie con voz autoritaria, causando un escalofrío en el más joven. Sin embargo, tratando de mantenerse tranquilo, John tomó una gran bocanada de aire y lo enfrentó.

—No te daré otra botella, Freddie —sentenció, mientras dejaba el tenedor sobre su plato—. Ni tampoco me parece correcto que estés bebiendo de esta manera en mi casa.

Freddie, sorprendido por la actitud rebelde de John, esbozó una sonrisa torcida.

—Veo que te estás soltando de la correa, querido...

John abrió los ojos como platos claramente ofendido, y justo cuando iba a responder, Victory intervino.

—No me parece correcta tu actitud, Freddie, es una fecha importante para todos, así que no lo arruines.

El aludido, quién parecía no haberse dado cuenta de su presencia hasta ese momento por los altos niveles de alcohol que había en su organismo, lo miró con los ojos entrecerrados.

—¿Qué demonios haces aquí, Víctor? —preguntó con los ojos entrecerrados.

—Freddie, esto no es divertido —dijo Victory molesto—. Dejé a mi familia por venir aquí ya que prácticamente me obligaste, así que no me parece correcto que hagas esto; además, John tampoco merece que lo trates de esa manera... ¿se puede saber qué es lo que te pasa?

—No me pasa nada —Freddie soltó una risita—. ¡Qué aburridos!

—Freddie...

—¿Sabes qué? ¿Por qué mejor no vas a la alacena y ¡hip! me traes... me traes otra botella en vez de estarme sermoneando como mi madre? ¿Crees que eso sí lo puedas hacer bien?

De pronto, un silencio incómodo se formó en el lugar. John, quién se había mantenido a raya durante la pequeña discusión, captó el verdadero significado de las últimas palabras de Freddie, y para su mala suerte, Victory también se había dado cuenta.

—¿A qué te refieres con eso, Freddie?

—Sabes a lo que me refiero, querido —le respondió Freddie envalentonado, mientras golpeaba la mesa simulando tocar la batería—. Y lo sabes muy bien.