Capítulo 3

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Cuando Brian llegó a casa, lo primero que hizo fue dirigirse a la cocina para prepararse algo de café. A pesar de no haber dormido en toda la noche, se sentía con la energía suficiente como para continuar con el resto del día, además era sábado y eso significaba que no tendría que ir a la universidad. Sus amigos irían a buscarlo más tarde para presentarse en el bar como cada fin de semana, pero nada más.

Colocó sobre el fuego una pequeña olla para calentar el agua y se recargó en la barra de la cocina a esperar a que ésta hirviera. Mientras tanto, sus pensamientos repararon en lo que había sucedido un par de horas antes. Se la había pasado muy bien, el hablar con un desconocido le había sido de mucha ayuda pues ya se sentía un poco más fresco y menos deprimido.

También Honey había resultado ser una persona muy agradable. Su forma de ser tan fresca, tan jovial, era algo que Brian no había podido evitar notar. Sin embargo, al imaginarse al chico siendo sometido por otras personas, le causó terror. No por el hecho de que fuera hombre, sino porque le parecía una barbaridad que la gente disfrutara aprovecharse de chicos y chicas como él.

De pronto, el timbre de la casa lo distrajo.

Sin más, Brian salió de la cocina y caminó hacia la puerta. Cuando la abrió, esbozó una sonrisa.

—No sé porque no me sorprende —comentó mientras se hacía a un lado para que Freddie y John pasaran.

—Porque somos los únicos que te visitan —respondió Freddie divertido, colgando su chaqueta en el perchero que adornaba la entrada.

—Hola, Brian —saludó John con una sonrisa—. ¿Cómo estás?

—Un poco mejor, gracias —Brian le dio una palmada en la espalda—. Estoy preparando café, ¿quieren un poco?

—Sí, por favor —dijo John, siguiendo a Brian rumbo a la cocina.

—¿Y podrías preparar algo de comer? Me muero de hambre.

Brian suspiró.

—Esto no es un restaurante, Freddie —dijo—. Pero ya qué.

Freddie sonrió victorioso y se sentó en la barra de la cocina a esperar que los chicos prepararan todo, él no planeaba mover ni un sólo dedo. Brian y John ya sabían cómo era, así que no le dijeron nada.

Cómo Brian no había hecho las compras aún, no tenía muchas cosas como para preparar algo que realmente se antojara, así que optó por hacer un par de tostadas con mermelada. Los chicos estuvieron de acuerdo.

—Huele delicioso —halagó Freddie cuando John colocó un plato frente a él—. Gracias.

Cuando todo estuvo listo en la mesa, los tres chicos se dispusieron a comer su desayuno con tranquilidad. Había un silencio agradable que de vez en cuando era interrumpido por el crujir de las tostadas o el choque de algún utensilio sobre la mesa.

No obstante, Brian comenzó a notar que Freddie lo miraba con insistencia, incomodándolo. Al principio creyó que sólo estaba tratando de molestarlo para entretenerse un rato, siempre era así, pero comprobó lo contrario cuando su amigo llamó su atención.

—¿Brian?

—¿Sí? —respondió mientras le daba una mordida a su tostada.

—¿Y bien? —Freddie arqueó una ceja.

—¿Y bien qué?

—No te hagas el tonto —Freddie se limpió las comisuras de los labios—. Sabes a qué me refiero.

—En realidad, casi nunca sé a qué te refieres, Freddie —Brian le dió un sorbo a su café.

—Llevas puesta la misma ropa del día anterior —acusó Freddie seriamente—. Y sé que a ti no te gusta usar la misma ropa al día siguiente, así que... ¿Hay algo que quieras decirnos?

Sirio [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora