Capítulo 8

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Brian observaba la bolsa de té flotar sobre su taza mientras el teléfono de la sala de estar sonaba con insistencia. El reloj marcaba las tres de la tarde y el té permanecía intacto a pesar de haber sido preparado a primera hora de la mañana. Tampoco había ido a la universidad ni se había molestado en vestirse.

El teléfono paró de sonar y él se removió en su asiento, aún pensativo.

«¿Por qué?», se preguntaba una y otra vez, sin hallar una respuesta.

Por supuesto que no quería alejarse de Roger, no cuando en él había encontrado una especie de confort. No sólo por el hecho de que siempre se había prestado a escucharlo desde lo sucedido con Rachel, sino que, para él, Roger era algo más que el chico de la calle Whitechapel Road con el que mantenía conversaciones por la noche.

Sin Freddie y sin John, Roger había sido algo así como su amigo temporal a pesar de que se negaba rotundamente a serlo.

«¿Por qué?», volvía a preguntarse, aún sin despegar la vista de la taza.

Lo que más le pesaba era que Roger había aceptado sus palabras sin siquiera pedir una explicación respecto a su repentino cambio de humor, aún cuando él mismo le había dicho que estaba dispuesto a lidiar con su bipolaridad. Eso lo tomó de mala manera y le hizo pensar que a Roger no le importaba en lo absoluto si seguían hablando o no. Y aunque quiso catalogarlo como un muchachito cruel y desconsiderado, no pudo hacerlo. Le había tomado algo de cariño.

Minutos más tarde, el timbre de la casa sonó. Brian decidió ignorarlo. Pronto el sonido se hizo cada vez más insistente rompiéndole casi los tímpanos, así que no tuvo de otra más que levantarse con pesar y salir de la cocina. Cuando estuvo frente a la puerta, soltó un profundo suspiró y la abrió.

—Hey —dijo desanimado. John lo miró preocupado.

—Brian, ¿donde has estado? He tratado de localizarte desde ayer —dijo John mientras lo observaba de arriba a abajo—. ¿No fuiste a la universidad?

—Me he sentido un poco cansado, pero nada grave —mintió Brian, ocultando lo que había pasado horas atrás.

—Pero...

—Estoy bien, John —Brian lo interrumpió y se hizo a un lado para que el otro pasara, pero John permaneció en el marco de la puerta—. ¿No piensas entrar?

John se mordió el labio inferior con nerviosismo y suspiró.

—Brian, no te molestes conmigo, pero no he venido solo.

Brian no comprendía a qué se refería John hasta que lo vio hacerse a un lado. Entonces, apareció Freddie de la nada. 

—¿Qué haces aquí? —preguntó Brian desconcertado, pues no sé esperaba algo como eso.

—No me mires así, fue idea de John —respondió Freddie a regañadientes, ganándose un golpe en el brazo por parte de John—. ¡Auch! ¡Es la verdad!

John, dándose cuenta de que Freddie estropearía nuevamente las cosas si no intervenía pronto, habló.

—Brian, esto ya no puede seguir así. Esta situación se está saliendo de control, ¿acaso no se supone que son amigos?

—Deberías preguntárselo a Freddie —dijo Brian con los ojos entrecerrados—. Fue él quién se empeñó en hacer un alboroto.

—¡No es verdad! —Freddie se defendió—. Lo único que yo quería era ayudarte, ¿y qué fue lo que pasó? ¡Defendiste a esa zorra!

—¡Freddie! ¿En qué quedamos respecto a las malas palabras? —John lo reprendió.

—¡Pero–

—¡Ya basta, Freddie! ¡Estoy harto de esta situación! —el rostro de John enrojeció y Freddie guardó silencio, mientras que Brian lo miró expectante—. No los he reunido para que continúen peleando, sino para que arreglen las cosas. Ya estropearon los ensayos que había planeado en mi casa, ahora les pido de favor que no me echen a perder esto.

Sirio [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora