Capítulo 16

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En cuánto Roger estuvo más calmado, Brian lo ayudó a tomar asiento en el sofá. Estaba muy lastimado, y a pesar de que el altercado había ocurrido una semana atrás, el dolor que reflejaba el rostro del rubio daba a entender que los golpes eran severos.

—¿Estás cómodo? —preguntó Brian después de un largo silencio mientras tomaba asiento a su lado.

—Sí, gracias —respondió Roger, mirándolo de reojo. Se sentía avergonzado de que Brian lo viera en ese estado. Por más que deseaba dejar el asunto de lado, no paraba de preguntarse qué había hecho en su miserable vida como para que un hombre tan bueno como él lo estuviera apoyando en esos momentos.

Brian, adivinando los tormentosos pensamientos que comenzaban a abrumar su mente, se atrevió a tomar una de sus manos y la acarició con dulzura.

—Tranquilo, todo va a estar bien.

Roger observó sus manos, una sobre otra, y después subió lentamente la mirada hasta hacer contacto con los ojos de Brian.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó, sin apartarse de la caricia—. ¿Acaso no tienes miedo?

—No hay porqué temer, Roggie. Ya te dije que no voy a permitir que te sigan haciendo daño.

—¿Y si ellos te hacen daño a ti?—Roger frunció el ceño—. Si algo llega a pasarte por mi culpa jamás me lo perdonaré...

—Nada de eso va a pasar, tranquilo —dijo Brian—. Ya no te atormentes, confía en mí, ¿está bien?

Roger asintió con la cabeza y continuó disfrutando de las caricias. La mano de Brian era ligeramente más grande que la suya, y a pesar de estar un poco más áspera por tocar la guitarra, era agradable de sentir.

Permanecieron así por un par de minutos más hasta que Roger nuevamente posó la mirada en los ojos de Brian. En ellos vio reflejado al ser humano más noble y bondadoso que había tenido la dicha de conocer, y un sentimiento de gratitud golpeó con fuerza su pecho.

Brian le había quitado la venda de los ojos haciéndole entender que lo que estaba haciendo no estaba bien, y de alguna u otra forma, él seguir denigrándose ante un montón de desconocidos era faltarle al respeto a un hombre tan bueno como él. Si quería estar a su lado, era momento de deshacerse del miedo que se había apoderado de su ser durante tantos años y de atreverse a dar un nuevo paso.

—No lo volveré a hacer.

Brian, quién estaba entretenido acariciando su mano, paró por un momento y lo miró confundido.

—¿A qué te refieres?

Roger se dio cuenta de que había pensado en voz alta y se sonrojó; sin embargo, estaba decidido a no echarse para atrás.

—Yo... no volveré a trabajar con Neil nunca más.

Brian lo miró estupefacto por un par de segundos y después esbozó una amplia sonrisa.

—¡Me alegra tanto escucharte decir eso, Roger! —dijo, reanudando las caricias. Se sentía contento de saber que el muchacho estaba dispuesto a cambiar de estilo vida, pues después de todo, se merecía lo mejor del mundo—. A partir de ahora todo será diferente, ya verás.

Roger sonrió de medio lado y suspiró.

—El único problema es que no se hacer nada más que... eso.

Brian lo miró en silencio por un par de segundos y después soltó su mano. Roger lo miró confundido, no deseaba apartarse de la cálida caricia.

—Hay un montón de cosas que puedes hacer —dijo Brian, absorto del comportamiento del rubio—. Pero no te preocupes, eso puede esperar, lo más importante en estos momentos es que te recuperes—. Roger se alzó de hombros y Brian continuó hablando—. Sin embargo, no creo que sea buena idea que sigas viviendo aquí.

Sirio [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora