capítulo 27

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Poco a poco el mundo exterior invade mis sentidos y, madre mía, menuda invasión. Floto, con las extremidades desmadejadas y lánguidas, completamente exhausta. Estoy tumbada encima de él, con la cabeza en su pecho, y huele de maravilla: a ropa limpia y fresca y a algún gel corporal caro, y al mejor y más seductor aroma del planeta... a Christopher. No quiero moverme, quiero respirar ese elixir eternamente. Lo acarició con la nariz y pienso que ojalá no tuviera el obstáculo de su camiseta. Mientras el resto de mi cuerpo recobra la cordura, extiendo la mano sobre su pecho. Es la primera vez que se lo toco. Tiene un pecho firme, fuerte. De pronto levanta la mano y me agarra la mía, pero suaviza el efecto llevándosela a la boca y besándome con ternura los nudillos. Luego se revuelve y se me pone encima, de forma que ahora me mira desde arriba.

chris—No —murmura, y me besa suavemente.

emma-—¿Por qué no te gusta que te toquen? —susurro, contemplando desde abajo sus ojos azules.

chris-Porque estoy muy jodido, Emma. Tengo muchas más sombras que luces.Cincuenta sombras más.Ah... Su sinceridad me desarma por completo. Lo miro extrañada.Tuve una introducción a la vida muy dura. No quiero aburrirte con los detalles. No lo hagas y ya está.

Frota su nariz con la mía, luego sale de mí y se incorpora.

chris-—Creo que ya hemos cubierto lo más esencial. ¿Qué tal ha ido?

Parece plenamente satisfecho de sí mismo y suena muy pragmático a la vez, como si acabara de poner una marca en una lista de objetivos. Aún estoy aturdida con el comentario sobre la «introducción a la vida muy dura». Resulta tan frustrante... Me muero por saber más, pero no me lo va a contar. Ladeo la cabeza, como él, y hago un esfuerzo inmenso por sonreírle.

emma-—Si piensas que he llegado a creerme que me cedías el control es que no has tenido en cuenta mi nota media. —Le sonrío tímidamente—. Pero gracias por dejar que me hiciera ilusiones.

chris-—Señorita Irwin, no es usted solo una cara bonita. Ha tenido seis orgasmos hasta la fecha y los seis me pertenecen —presume, de nuevo juguetón.Me sonrojo y me asombro a la vez, mientras él me mira desde arriba. Frunce el ceño.

emma-—He soñado algo esta mañana.

chris-—¿Ah, sí? Me mira furioso.Mierda, mierda. ¿A que ya la he liado?

emma-—Me he corrido en sueños.

chris-—¿En sueños?

emma-—Y me he despertado.

chris-—Apuesto a que sí. ¿Qué soñabas?

emma-—Contigo.

chris-—¿Y qué hacía yo? Me vuelvo a tapar los ojos con el brazo y, como si fuera una niña pequeña, acaricio por un instante la fantasía de que, si yo no lo veo, él a mí tampoco.Emma, ¿qué hacía yo? No te lo voy a volver a preguntar.

emma-—Tenías una fusta.Me aparta el brazo.

chris—¿En serio?

emma—Sí.Estoy muy colorada.

chris-—Vaya, aún me queda esperanza contigo —murmura—. Tengo varias fustas.

emma-—¿Marrón, de cuero trenzado?

chris-—No, pero seguro que puedo hacerme con una.

Se inclina hacia delante, me da un beso breve, se pone de pie y coge sus boxers. Oh, no... se va. Miro rápidamente la hora: son solo las diez menos veinte. Salgo también escopeteada de la cama y cojo mis pantalones de chándal y mi camiseta de tirantes, y luego me siento en la cama, con las piernas cruzadas, observándolo. No quiero que se vaya. ¿Qué puedo hacer?

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