capitulo 32

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Chris-—Calla —me dice—. No hagas ni un solo ruido.

Me recoge el pelo a la espalda y, para mi sorpresa, sus dedos rápidos y hábiles empiezan a hacerme una gruesa trenza. Cuando termina, me la sujeta con una goma que no había visto y le da un tirón, con lo que me veo obligada a echarme hacia atrás.

Chris-—Aquí dentro me gusta que lleves trenza —susurra. Mmm... ¿por qué?- —Date la vuelta —me ordena.

Hago lo que me manda, con la respiración agitada por una mezcla de miedo y deseo. Una mezcla embriagadora.

Chris-—Cuando te pida que entres aquí, vendrás así. Solo en braguitas. ¿Entendido?

Emma- —Sí.

Chris-——Sí, ¿qué?

Emma-—Sí, señor. Se dibuja una sonrisa en sus labios.

Chris-—Buena chica. —Sus ojos ardientes atraviesan los míos—. Cuando te pida que entres aquí, espero que te arrodilles allí. —Señala un punto junto a la puerta—. Hazlo.

Extrañada, proceso sus palabras, me doy la vuelta y, con torpeza, me arrodillo como me ha dicho.

.chris-—Te puedes sentar sobre los talones. Me siento.—Las manos y los brazos pegados a los muslos. Bien. Separa las rodillas. Más.Más. Perfecto. Mira al suelo.

Se acerca a mí y, en mi campo de visión, le veo los pies y las espinillas. Los pies descalzos. Si quiere que me acuerde de todo, debería dejarme tomar apuntes. Se agacha y me coge de la trenza otra vez, luego me echa la cabeza hacia atrás para que lo mire. No duele por muy poco.

Chris —¿Podrás recordar esta posición,Emma?

emma—Sí, señor.

Chris —Bien. Quédate ahí, no te muevas. Sale del cuarto.

Estoy de rodillas, esperando. ¿Adónde habrá ido? ¿Qué me va a hacer? Pasa el tiempo. No tengo ni idea de cuánto tiempo me deja así... ¿unos minutos, cinco, diez? La respiración se me acelera cada vez más; la impaciencia me devora de dentro afuera. De pronto vuelve, y súbitamente me noto más tranquila y más excitada, todo a la vez. ¿Podría estar más excitada? Le veo los pies. Se ha cambiado de vaqueros. Estos son más viejos, están rasgados, gastados, demasiado lavados. Madre mía, cómo me ponen estos vaqueros. Cierra la puerta y cuelga algo en ella.

Chris —Buena chica, Emma. Estás preciosa así. Bien hecho. Ponte de pie. Me levanto, pero sigo mirando al suelo.

Chris —Me puedes mirar.

Alzo la vista tímidamente y veo que él me está mirando fijamente, evaluándome, pero con una expresión tierna. Se ha quitado la camisa. Dios mío, quiero tocarlo. Lleva desabrochado el botón superior de los vaqueros.

Chris —Ahora voy a encadenarte, Emma. Dame la mano derecha. Le doy la mano. Me vuelve la palma hacia arriba y, antes de que pueda darme cuenta, me golpea en el centro con una fusta que ni siquiera le había visto en la mano derecha. Sucede tan deprisa que apenas me sorprendo. Y lo que es más asombroso, no me duele. Bueno, no mucho, solo me escuece un poco.

Chris —¿Cómo te ha sentado eso? Lo miro confundida.—Respóndeme.

Emma —Bien. Frunzo el ceño.

Chris —No frunzas el ceño. Extrañada, pruebo a mostrarme impasible. Funciona.

Chris —¿Te ha dolido?

Emma —No.

Chris —Esto te va a doler. ¿Entendido?

Emma —Sí —digo vacilante.

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