Capítulo 38

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Sólo lograba escuchar como Lexi jadeaba a mi lado. A ambos nos fallaba la respiración.

Alcé ambas cejas y suspiré.

-Ha sido... Espectacular.

-Claro que sí, maldición.-dije.-Extrañaba esto.

Lexi me miró algo confundida. Creo que debí especificar mejor.

-¿Qué extrañabas?

-El sexo. Bueno, el sexo en sí y el sexo contigo. Cuando sucedió todo lo que pasó entre nosotros, pensé que nuestra llama estaba perdida por completo.

-Me alegro haber comprobado lo contrario.

Cerré ambos ojos y descansé. Era muy temprano y podía oír a los pájaros cantar en el exterior del bello Portland.

Me sobresalté al sentir como intentaban abrir la puerta de mi antigua habitación. Me asusté casi de inmediato. Sólo había una pequeña personita que podría ser.

-Mierda. Es Emma. Por favor, toma tus cosas y escóndete en el baño, no te puede ver.

-¿Qué? ¿Pero por qué?

-Luego te digo.

Lexi se levantó desnuda, cogió su ropa y se escondió en el baño tal y como le había pedido. Yo, por mi parte, me coloqué ropa interior y una camiseta negra que alcancé a tomar de mi maleta.

Abrí. Detrás de la puerta estaba una muy somnolienta Emma. Tenía su pijama de unicornios puesto y tallaba sus hermosos ojos azules.

-Bebita, ¿qué sucede? Es muy temprano.

Es que era cierto. Debían ser las seis o siete de la mañana. Tal vez ocho.

-No quería despertarte, Papi. Pero es que yo... Tuve un mal sueño. Uno muy malo.

-Oh no, princesita... ¿Quieres estar conmigo? ¿Me necesitas?

Asintió mientras bajaba su cabeza.

-Pero si quieres seguir durmiendo, no importa.

-No me digas eso. No importa que tam cansado esté, siempre estaré ahí cuando me necesites.

La cogí en brazos. Ella escondió su rostro en mi cuello y rodeó mi cintura con sus piernas. Me senté en la desordenada cama con Emma en mi regazo. No dejaría que se entrara en contacto con las sábanas.

Quité algunos mechones de cabello oscuros de su rostro. Tenía los ojos cristalizados.

-Princesa... ¿Qué soñaste?

-Que Mamá se iba para siempre.

Mi corazón se rompió. Aquél órgano me comenzó a doler.

-¿De que manera?

-Primero, decía que yo no le importaba y luego me dejaba sola. No sabía donde estabas tú. Después no sabía que hacer y me sentía mal.

Comenzó a toser. Me preocupé de inmediato. En aquel segundo noté que Emmie tenía las mejillas muy rosadas. Más de lo normal.

-Oh no...

Toqué sus pies, estaban tibios. Después, sus manos y éstas estaban frías. Toqué su frente y estaba ardiendo.

-No me siento muy bien, Papá.

-Ya lo noté, Emmie. Creo que es hora de llamar a un doctor.

Ella asintió mientras se acurrucaba en mi pecho. La levanté y la llevé hasta su cama. La acosté, la cubrí y por último dejé un beso en su cabello.

Dusk Till Dawn [WS #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora