Capítulo Tres. Mi Piscina

5.1K 559 5
                                    

Tras el bochornoso incidente patrocinado por Faisal, el rey de los profesores absurdos, acudí a la cita que tenía con el dueño de la casa.

Era absolutamente increíble y no dudé ni un segundo en alquilarla. Ibrahim aún me dolía mucho y necesitaba salir pitando de su morada.

Al día siguiente y coincidiendo con el fin de semana , ya tenía hecha la mudanza. Tan sólo me había llevado ropa a Qatar por lo que no fue muy difícil.

Esperaba con todo mi corazón que lejos del recuerdo de Ibrahim, fuese capaz de olvidarlo aunque sabía que era una cicatriz que tardaría tiempo en cerrarse.

Miré la montaña de apuntes que tenía por estudiar. Me daba pereza,  muchísima pero debía sacar adelante mis estudios. Al principio era por demostrarle a Rose que su confianza en mí no había sido en vano, ahora era por darle en las narices a mi profesor con la mejor nota de su clase.

Me armé de paciencia y bajé a la piscina en bikini y gafas de sol y me tumbé sobre una toalla a leer sobre literatura árabe. Reconozco que estuve a punto de dormirme en más de una ocasión pero mi ímpetu podía màs que el sueño y conseguí aprenderme el nombre de todos los autores de poesía romántica y sus obras antes de la hora de la comida.

-Señorita Seacrest, ¿cómo usted por aquí?

En serio, ¿acaso este árabe tiene manía persecutoria?. ¡oh! ¿Y qué hace en bañador mostrando sus ES-TU-PEN-DOS abdominales?.

-Vivo aquí. ¿y usted? ¿Le gusta hacer horas extras para ver si sus alumnos estudian?.

-También vivo aquí.

-¡Porca miseria!.

-Le agradecería que hablase en árabe,señorita. El italiano me es desconocido.

Mejor que lo sea....

Antes de abrir la boca, una despampanante diosa árabe vino a buscarlo.

-Cariño, ¿nos vamos?.

El asintió con la cabeza casi sin mirarla y después se despidió de mí.

-Nos vemos el lunes, señorita Seacrest. Sea puntual.

Ya lo sé, imbécil.

Maldecía mi mala suerte. De todas las urbanizaciones de Doha, él tenía que vivir aquí. Sacudí mi cabeza para alejar de mi mente toda clase de improperios y me metí en la piscina. Al menos el agua fría podría aclarar mis ideas. Nadé durante largo rato, siempre me había gustado chapotear en el agua aunque en aquella ocasión era más una terapia psicológica que otra cosa.

Cuando salí del agua, mojada y con los dedos arrugados ví como Faisal me miraba desde la terraza de su casa. Fue un visto y no visto porque tan pronto se dió cuenta, desapareció.

Empezaba a mosquearme de veras su impertinente actitud. No dejaba de acosarme como si le gustara pero después me despreciaba como si fuese la peor de las alumnas.

¡Ah! Necesito un copazo y una visita a the pearl.

Hice algunas gestiones telefónicas buscando entre mis antiguos compañeros de trabajo a algún alma que necesitase tanto como yo una buena fiesta y he de decir que no tardé mucho. Iría con Mara, la recepcionista quien por lo visto tenía problemas con su marido.

A las nueve de la noche, estaba lista y preparada para ir a la famosa discoteca.

-Zoe, me alegro mucho de que me hayas llamado. No sabes lo cansino que puede llegar a ser mi marido a veces. ¿ Y a tí qué te pasa?. Pareces cansada.

-Mi profesor de universidad me tiene frita y para colmo lo tengo de vecino. Ya sabes lo que suele decirse. Sino quieres taza, te darán taza y media.

-Todos los problemas de las mujeres vienen de los hombres, Zoe. Pero esta noche es nuestra así que emborrachémosnos y bailemos hasta que ya no podamos más sin rendirle cuentas a ninguno.

-Para eso estamos aquí, cielo.

¿Qué podríamos decir de la noche?. Que lo pasamos absolutamente genial pero los chupitos de tequila se nos fueron de las manos y cuando llegué a la puerta de mi casa, apenas era capaz de meter la llave dentro.

¿Por qué narices harán las cerraduras tan estrechas?.

-Señorita Seacrest, ¿qué es lo qué está haciendo?.

Señor,  ¿este hombre no dormía?. ¿era omnipresente?.

-Abrir la puerta, ¿acaso no lo ve?.

-Más bien intentar diría yo.

-¿Qué más da?. ¿Tiene pensado hacer observaciones de mis hábitos de estudio?. Porque que yo sepa es sábado y tengo derecho a hacer lo que me de la gana.

-Déjame ayudarte.

Se acercó a mí con su imponente presencia para quitarme las llaves de la mano y abrir la puerta. La masculinidad que derrochaba, con su gesto perennemente serio, me sedujo. Mis vellos se erizaran uno por uno haciéndome sentir frío.

-¿Tienes frío?.

-Mucho-mentí-.

-¿No te estarás poniendo enferma?.

Enferma de tequila.....

-En absoluto, señor. Estoy perfectamente.

¿Definición de perfectamente?.

Me tropecé con mi propia falda cosa que solía pasar cuando bebías demasiado y te enfundabas en una falda de tubo que no te dejaba ni respirar. Sencillez italiana supongo.

-Ten cuidado, Zoe.

¿Zoe?. ¿Ahora me llama por mi nombre?.

Me cogió en brazos y me quedé tan tiesa mirándolo que durante momentos no supe como reaccionar. Su mirada azul y profunda embrujaba a la vez que me mostraba más cosas de él de las que podría expresar.

-Me gustan tus ojos. Hablan bien de tí, Faisal.

Su hechizo era demasiado intenso y cuando se inclinó sobre mí con los labios entreabiertos, un cosquilleo se apoderó de mi estómago. Se arrepintió echándose rápidamente hacía atrás y sin darme siquiera las buenas noches,  se alejó dando grandes zancadas a oscuras por el pasillo.

¿A qué había venido todo esto?. Primero era borde, luego me dejaba en evidencia, después se mostraba amable para rematar intentando besarme. ¡Qué hombre tan estúpido y soberbio!.

Entré en casa desplomándome sobre el sofá de pura rabia y es que mi profesor me sacaba de quicio.

Me dormí pensando en Ibrahim. Sabía que no era sano para mi juicio hacerlo pero lo echaba de menos.

¡Maldito, Faisal Maalouf!. Para un día que consigo no pensar en Ibrahim, vas tú y me recuerdas con tu impertinente carácter la bella persona qué es. 

¡Qué se acabe el curso rápido por favor!.

Desierto De Amor (Zoe Seacrest) (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora