Capítulo Veintiocho. La Costa del Sol

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Málaga, ciudad del sur dte España, capital del turismo, donde el sol siempre brillaba y la alegría de la gente eclipsaba al mundo entero. Ese sería nuestro nuevo hogar por los próximos cuatro meses y no podía estar más feliz.

-Se te ve muy contenta, Zoe.

-¿Cómo no estarlo, Faisal?. ¡Málaga es maravillosa!.

-No sabía que fueses fan del sur de España.

-Hace muchos años vine con Rose y mis padres de vacaciones. En aquel entonces, visitamos Málaga y Cádiz a donde deberíamos ir por cierto. No recuerdo una puesta de sol más bonita.

-Tenemos cuatro meses para visitar lo que quieras, Zoe. Además, nuestro pequeño hijo está aprendiendo a comportarse y viajar con él no será un problema.

Era cierto, Basim había cambiado. Ya era capaz de dormir toda la noche y sus gritos dieron paso a la sonrisa más linda del mundo. ¿Qué iba a decir yo?. Era su madre y cada novedad o pequeña tontería que hacía mi hijo provocaba que se me cayese la baba. Después Faisal se reía de mí contagiando a Basim y yo me cabreaba. ¡Menudo futuro me esperaba con aquellos dos!.

-Zoe, he pensado que podríamos retomar el estudio que teníamos pendiente sobre la literatura de Al Andalus. No se me ocurre mejor sitio para continuar con ello.

-Es cierto. Hace tanto tiempo de ello que ya no recordaba lo mal que me lo hiciste pasar pero me parece perfecto trabajar codo con codo con mi maridito. Seré la envidia de tus alumnas.

-¿La envidia? ¿Qué cosas dices, mujer?.

-He ido a buscarte un par de veces y todas parecen encantadas con el culito del señor Maalouf.

-¿Celosa?.

-Para nada. Ellas miran y yo lo toco cuando me apetece.

Le dí una palmada en su perfecto culo que no se esperaba para nada porque dió un salto provocando las carcajadas de Basim.

-Creo que a tu hijo le encanta reírse de sus padres. No es serio, Faisal.

-El que sonríe a la vida, Zoe. Ya su nombre lo dice todo.

Fue a finales de noviembre cuando mi algodoncito me sorprendió con un viaje a Cádiz que me llenó de vida.

Pasear por el Campo del Sur, con el olor a salitre y a pescado frito siendo llevado por el incansable viento de levante me recordò a mi niñez, a cuando siendo tan sólo una niña me llevé a la boca un trocito de lenguado frito  que hizo mis delicias.

-Tienes razón, Zoe. Esta ciudad es bonita, muy bonita. Podría pasear por ella eternamente.

-Lo tienes fácil, Faisal. Investiga a ver si necesitan profesores en la universidad. Yo también podría pasarme los días comiendo pescado y bebiendo cervecitas.

-Al menos no hablas de dulces. Algo es algo.

-Tienes razón. Recuerdo que por aquí había una confitería. ¿ Cuánto ha que no como azúcar?. ¿ Una semana?. Te sorprenderás. Los dulces de esta zona de España recuerdan mucho a los árabes. No en vano, estamos a pocos kilómetros del norte de África.

-Serías un portento como crítica gastronómica, Zoe.

-Quizás me haga un blog de viajes. Podría llamarse "Irrita a tu marido con el azúcar".

Lo miré haciéndome la ofendida pero él en vez de molestarse, me sonrió y juntos avanzamos con el carrito de nuestro hijo por el casco viejo de la ciudad.

Ahora nuestra vida era así: pañales,potitos, sillitas de paseo y toallitas húmedas estaban por todos lados a nuestro alrededor pero no nos importaba porque aunque fuese para reírse de nosotros, la sonrisa de Basim nos henchía de alegría y felicidad.

-Reconozco que siempre me había preguntado qué era la felicidad. Nunca la había visto relacionada con el matrimonio o ser padre pero ahora que os tengo, que sé que no me separaré de vosotros jamás, soy feliz, Zoe y supera totalmente mis expectativas al respecto.

Sentados en la arena de la playa, observé como el sol se iba escondiendo lentamente tiñiendo de naranja y rojo todo a su paso. Lo miré de nuevo a él. Sostenía en sus brazos a Basim quien estaba a punto de quedarse dormido en brazos de su padre.

-Creo que somos como el sol, Faisal. Salimos tímidamente a saludar al mundo, brillamos en nuestra plenitud  para después irnos poco a poco cargados de experiencias. No tengas dudas de que os amaré hasta mi ocaso, hasta mi último aliento.

Se acercó a mí para darme un beso y juntos terminamos de ver como el sol se escondía en el mar con las barquitas de fondo creando un paisaje muy marinero. Hacìa al menos veinte años que aquella imagen me había enamorado pero revivirlo ahora con mi marido e hijo, me hacía pensar que las decisiones habían sido correctas porque todas y cada una de ellas me habían llevado a su compañía, a compartir una vida con ellos que me hacía plenamente dichosa.

-Os amo-le dije-.

Después, nos fundimos en un beso profundo y calmado que hacía notar lo mucho que nos amábamos y nos amaríamos.

Desierto De Amor (Zoe Seacrest) (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora