Capítulo Cinco. Noviembre

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Noviembre llegaba a una Doha que no conocía estaciones. Siempre hacía calor y eso le restaba un poco de encanto.En mi amada Bolonia solía pasear en esta época disfrutando de ver como las hojas cambiaban de color cayéndose de los árboles en una suave danza marchita pero, por mucho que echase de menos eso, nada me podía hacer más feliz que el hecho de que Faisal estuviese a miles de kilómetros de mi persona.

Cada día, cuando iba a la biblioteca a investigar sobre la literatura  andalusí, me acordaba de él y su absurda obsesión de putearme la vida pero eso me daba más ganas de avanzar en mi trabajo y darle con él en las narices.

Me sabía tantos nombres de poetas y versos que temía que mi mente entrara en colapso o que me nombraran doctora honoris causa. Una de dos.

-Zoe, ¿tienes pensado para algún día?.

-Me gustaría, Isam pero así enloquezca, mi trabajo va a ser el mejor que cuántos haya visto esta universidad.

-Aún no entiendo porque el doctor chiflado te ha hecho esto.

-Porque está chiflado y con ánimos de putear a la gente. ¿Acaso no se nota?.

Temiendo empezar a convertirme en un ratón de biblioteca, acepté salir a cenar aquel día con Isam. Aunque fuese durante una hora, debía refrescar mis ideas. Sólo así sería capaz de mantenerlas en orden.

-A este paso nunca te saldrá novio, Zoe.

¿Y esto?.

Le gustas....

¡No me faltaba ya más que eso!.

-No es mi intención encontrarlo así que no creo que sea problema.

-¿Ah no?.

-Tengo la extraña habilidad de juntarme con quien no me ama, Isam. Aún estoy recuperándome de la última cagada así que no, no quiero saber de hombres. Al menos de forma sentimental.

Mi respuesta no pareció sentarle del todo bien pero había sido la más sincera de cuántas había dado y es que Ibrahim aún rondaba mi mente. No habíamos perdido el contacto el uno con el otro. Intuía que se sentía culpable por como había terminado todo pero yo trataba de postergar mis conversaciones con él tratando de olvidarlo poco a poco. Algún día sería capaz de mirarlo como a un buen amigo pero por el momento, las cosas debían de seguir como estaban.

Al llegar a casa, encendí mi ordenador para seguir trabajando sorprendiéndome al ver un email en la bandeja de entrada de la universidad de Roma.

No será posible....

"Estimada señorita Seacrest,

Espero que esté tomándose sus deberes en serio y no dedicándose a emborracharse los viernes por la noche. Me gustaría ver un borrador del proyecto a finales de esta semana. Estese atenta a su teléfono móvil.

P.D. Me ha encantado saber el significado de la última frase que me dedicó en italiano. Muy halagador por su parte".

-¡Figlio di putana!.

No me cansaba de insultarlo pues su prepotencia me ponía de muy mal humor y ahora que estaba aprendiendo italiano, no podría seguir haciéndolo en su cara. Pero lo que sí podía hacer era vacilarlo, demostrarle que se estaba equivocando de cabo a rabo. Empecé a escribir un email como respuesta a sus impertinencias.

"Estimado señor Maalouf,

Sabrá que pocas cosas podrán decirse mejor que con unos versos y estos de Ibn Hazm se me antojan de lo más apropiado.

Dejad de prender fuego a pergaminos y papeles,
y mostrad vuestra ciencia para que se vea quien es el que sabe.
Y es que aunque queméis el papel
nunca quemaréis lo que contiene,
puesto que en mi interior lo llevo,
viaja siempre conmigo cuando cabalgo,
conmigo duerme cuando descanso,
y en mi tumba será enterrado luego.

P.D. Me alegra saber que al fin está aprendiendo italiano. Para ser  un superdotado, lo ha estado postergando durante demasiado tiempo".

Era un hombre abobinable, no me gustaba ni lo más mínimo pero si se creía que iba a ser capaz de reírse de mí, iba por muy mal camino porque no tenía pensado consentírselo.

Como cada noche, me dormí encima del ordenador. Cada día que pasaba, estaba más exhausta. Las clases, las lecturas y el saber que me sería imposible visitar a mi familia en navidades, me hicieron adelgazar varios kilos en pocas semanas. La dieta Faisal no tenía precio en ese sentido.

Llegó el viernes y todos mis amigos planeaban irse de fiesta pero yo me consolé sabiendo que al menos, tenía una preciosa piscina en la que chapotear cuando estuviese harta de tanta erudición. En uno de esos momentos, mientras me comía un delicioso donut de chocolate, mi móvil empezó a sonar.

¡Mierda! Se me había olvidado que Faisal me llamaría....

Cogí el teléfono nerviosa. Mantener una discusión con él vía telefónica era lo que menos me apetecía.

-Buenas tardes, señorita Seacrest.¿Será capaz de sorprenderme hoy con otro verso?.

Hablaba en italiano y con bastante fluidez. El muy cabrón aprendido italiano en menos de un mes.

-Eso dependerá del contexto en el que estemos, señor Maalouf.

-¿Tiene algo preparado que pueda evaluar?.

-Bastantes cosas pero no tengo intención de ponerme a leérselas ahora mismo y mucho menos enviárselas por correo para que saque pegas de donde no las hay así que mucho me temo, estimado profesor, que tendrá que esperar al ocho de enero.

-No creo que eso sea posible.

-Pues yo si lo creo y ahora, si me disculpa, he de seguir investigando. Que pase una buena tarde.

Colgué el teléfono orgullosa y es que lo que menos me apetecía era que me echase por tierra el trabajo de casi un mes porque estaba segura de que así lo haría.

Tras pasar las navidades en Doha, sóla y hasta el cuello de papeles, libros y apuntes, llegó el día en que debía entregar mi proyecto. Fuí bien temprano a su despacho. Ni siquiera llamé a la puerta. Tan sólo entré, le dejé el dossier sobre la mesa y me fuí dejándolo anonadado. No quería hablarle, ni discutir, tan sólo que leyera, me aprobara y me dejase tranquila de una santa vez.

Al terminar las clases, Faisal me esperaba en la entrada. Traté de esquivarlo pero me cogió por el brazo impidiendo mi huída.

-¿Te apetece salir a cenar conmigo?.

¿¿¡¡Qué?!!??

Desierto De Amor (Zoe Seacrest) (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora