Capitulo 11

220 8 0
                                    


  - Yo no diría eso. Y alguien tiene que cuidar del rancho. Ya noté el invierno pasado que mis padres cada vez están más torpes.

- ¿Les has insinuado alguna vez que no querías hacerte cargo?

- Es que sí quiero hacerme cargo. Han luchado mucho por levantar ese negocio y mantenerlo. Se morirían si tuvieran que venderlo a unos desconocidos cuando ya no pudieran trabajar -la miró a los ojos-. Si tú fueras hija única, ¿te irías a Nueva York?

_____ estaba a punto de decir que sí cuando vaciló.

- Probablemente no. Es una suerte que mis hermanos quieran quedarse aquí para toda la vida -dirigió una mirada de simpatía a Justin-. Puedes venir a verme cuando quieras. Te enseñaré Nueva York a fondo.

- Gracias. Quizá te tome la palabra.

- Podríamos pasarlo de maravilla. Iremos a lo alto del Empire State, a la Estatua de la Libertad, a Central Park y a Times Square. Prométeme que irás a verme, Justin. ¡Sería maravilloso!

- De acuerdo. Te lo prometo.

El corazón se le encogió al pensar lo bien que lo pasarían para después tener que regresar y dejarla allí.

- Me siento mucho mejor sabiendo que vendrás a verme. Supongo que siempre he soñado ver esas cosas contigo. Hasta puede que espere a que vayas para hacer algo de turismo. Así lo veremos juntos por primera vez. Y hasta podríamos ir a un restaurante caro al menos una vez y...

- No pienso llevarte a un restaurante caro a menos que comas algo más que ahora.
_____ miró a su plato y agarró el tenedor.

- Supongo que estoy distraída. No puedo pensar en otra cosa que en mi viaje y en prepararme para él -alzó la vista hacia él-. Justin, sé que crees que estoy loca por querer hacer eso antes de irme.

- No, no estás loca.

Justin posó el tenedor y dejó de intentar comer.

Dios, estaba preciosa. No bonita, atractiva o pasable, sino preciosa. Nunca se lo había admitido a sí mismo antes, pero probablemente siempre lo hubiera sabido a un nivel inconsciente.

- ¿Entonces lo entiendes?

- Sí:

_____ lanzó un suspiro de alivio.

- Gracias a Dios. Me preguntaba cómo podría convencerte.

- Ya estoy convencido.

- ¿Entonces vas a ayudarme? ¿Buscarás a alguien y me lo presentarás?

Quizá Justin hubiera sabido todo el tiempo lo que tenía que hacer o quizá sólo hubiera necesitado tiempo para asimilar la verdad. Pero ahora no podía verlo de otra forma. Era peligroso, extremadamente peligroso y había muchas cosas en juego. Sin embargo, era la única respuesta y él era lo bastante hombre como para cargar con las consecuencias.

Inspiró con fuerza.

- No tengo que buscar a nadie. Ya sé quién lo hará.

- ¿Lo sabes? -los ojos le chispearon y se sonrojó-. ¿Quién?

- Yo.

CONTIUARA...  

Mi Dulce Tentación - (Justin Biber y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora