_____ se quedó sin aliento ante aquella galantería. No le extrañaba que las mujeres cayeran rendidas a sus pies. Ella nunca lo había entendido, pero también era cierto que nunca había desplegado todo su encanto con ella. Janice se acercó a ellos.
- ¿Se van tan pronto? -entonces miró los platos con sorpresa-. ¿Algo malo con el rollo de carne?- No -dijo _____-. Nosotros...
- Dios mío, estás toda sofocada -Janice le tocó la mejilla-. Niña, estás febril. Seguro que vas pillar la gripe.
- Eso creo yo -intervino Justin-. Por eso decidimos irnos.
- Mi Steve la pilló la semana pasada. Cualquiera pensaría que un microbio no puede sobrevivir con este calor, pero hay una buena epidemia. Lo mejor será que te meta en la cama.
_____ sintió más ardor en la cara y no se atrevió a mirar a Justin.
- ¡Mírala! -exclamó Janice-. ¡Está ardiendo! Será mejor que la lleves a casa. Venga, marchaos ya.
Aunque _____ hubiera querido salir corriendo, se obligó a caminar como una enferma al preceder a Justin hacia la entrada. Salieron entre un coro de buenos deseos de los demás comensales.
Justin la ayudó a subir a la furgoneta.
- Bueno, al menos no han sospechado nada. No podemos seguir con esto. Muy pronto, todo el mundo en el pueblo sabrá que me llevaste a casa desde el Nugget y...
- ¿Y qué? -arrancó y conectó el aire acondicionada-. No sospechan lo más mínimo. Es tu conciencia de culpabilidad.
- ¿Estás seguro?
- Por completo.
Mantén la frialdad, se dijo Justin a sí mismo. Se suponía que él era el experto. Si apretaba el volante con bastante fuerza, _____ no notaría que le estaban temblando las manos. Y si notaba que estaba sudando le echaría la culpa a la temperatura. ¿Pero en qué se había metido? Todo su mundo esta trastocado. Si _____ aceptaba, se harían amantes ese verano y ya había descubierto que era más posesivo con ella de lo que nunca hubiera soñado. Si el hacía el amor ese verano, aquella posesión podría descontrolarse. Y eso no podía permitirlo, porque ella se iría a Nueva York y conocería a otros hombres. Y eso llevaría a... ni siquiera quería pensar adónde llevaría. Se estaba volviendo loco, eso era lo que le estaba pasando.
Pero no encontraba otra forma de solucionar el problema.
- ¿De verdad que me vas a llevar a mi casa? -preguntó _____.
Justin la miró. Ella todavía no se había comprometido a nada.
- ¿Quieres que lo haga?
- La verdad es que no.
_____ estaba mirando al frente agarrada a su bolso como si le fuera en ello a vida. Las gafas de sol le ocultaban los ojos pero las mejillas la delataban. Eran más rosas que el color de la puesta de sol. Tenía el pecho agitado haciendo que la perla temblara en el valle de sus senos.
El aire de la cabina se volvió dulce y espeso de deseo, hasta que Justin creyó que podría masticarse.
- ¿Entonces quieres dar ese paseo?
- Sí, pero he pensado lo que debemos hacer. Vamos a mi casa y nos quedamos un rato allí parados en la puerta. Después, me agacho en el suelo de la cabina y podemos ir donde... bueno, donde tengas pensado.
Él se excitó al instante.
- De acuerdo.
_____ siguió sin mirarlo.
- ¿Sabes? Puede que no pase nada. Puede que nos dé la risa o algo así.
- La risa está bien. Reírse significa que normalmente estás pasando un buen rato.
- Quiero decir porque nos sintamos ridículos.
A Justin no se le había pasado ni por la imaginación aquella idea.
- ¿Crees que nos pasará?
- No lo sé. Quizá sea mejor que imagine que eres otra persona diferente.
CONTINUARA...
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Mi Dulce Tentación - (Justin Biber y Tú)
Roman pour AdolescentsA _____ Lambert le resultaba muy embarazoso seguir siendo virgen. Pero haberse criado en un pueblo pequeño con cuatro corpulentos hermanos protectores... era como haber llevado un cinturón de castidad. Había leído montones de libros sobre sexo, pero...