30 DÍAS ANTES DE LA BODA
Kathleen
Cerré la puerta detrás de mí, y expulsé una bocanada de aire. El corazón me latía con mucha rapidez y mi respiración era errática.
En este momento, mi grado de inmadurez a pesar de tener veintiséis años era más que evidente al literalmente correr del peligro, como se me había hecho costumbre desde que todo esto de la boda empezó. Sin embargo, lo que menos me esperaba después de haber retornado a Arlington era encontrarme con papá a las diez de la mañana aún en casa, después de haberlo estado evitando por tanto tiempo. Quizás si hubiese esperado verlo a primera instancia, habría tenido la valentía de enfrentarlo, puesto que me habría preparado mentalmente para ello. No obstante, ahora, no estaba en mis planes sobretodo porque aún temía cómo pudiera el reaccionar, y yo... era naturalmente una cobarde.
Sus nudillos golpearon la puerta.
—Hija, abre la puerta ahora —demandó, apoyando la cabeza en la madera—. Kathleen. Por favor. No voy a hacerte daño —casi suplicó, con total honestidad timbrando su voz.
Lentamente, me giré obedeciendo a su mandato, con la mano temblorosa sobre el pomo.
La imagen con la que me encontré de el era distinta a la de hace unos meses. Sus ojos habían recuperado la vivacidad que solían poseer, lucía más rozagante, estaba usando colonia y en su actitud, ya no habían rastros de aquel hombre decrépito y vacío que estaba encerrado en si mismo.
—Kathleen... —musitó, levantando su mano, supongo que para posicionarla en mi rostro, pero yo retrocedí por mero instinto. Sus orbes azules se cristalizaron y una mueca de dolor cruzó su rostro—. Lamento tanto lo que hice ese día. Lamento haberlas abandonado, a ti y a Keana. Lamento no haber podido salir de mi hueco de miseria por mí mismo —se disculpaba. A éste punto, lágrimas afloraban por sus mejillas, produciéndome un nudo en la garganta que me impedía contestar.
»Tu madre era una mujer excepcional, y creí que merecía ser honrada y recordada propiamente hasta el fin de mis días. Por desgracia, confundí ambos términos con el terror a olvidarla e irrespetar todo lo que hizo en vida, y con el tiempo sentía que mi memoria fallaba un poco más, a lo que terminé alejándome de todo lo que me rodeaba —me explicó, bajando su mirada al suelo—. Gracias a ti, hoy puedo decir que comienzo a ser libre de esos pensamientos. Amo a tu madre, siempre lo haré, pero también las amo a ustedes, y estos son meses de terapia me han hecho dar cuenta de que debo valorar lo que todavía conservo. Superar no significa olvidar. Superar es avanzar, guardando siempre los buenos y malos momentos. Y si no hubiese sido por ti, y la Doctora McCormick... Jamás habría podido asomar la cabeza fuera de ese horrible abismo —puntualizó, e hizo una breve pausa para carraspear. Yo estaba hecha un mar de lágrimas—. Todavía me queda un largo camino de sesiones, pero seguiré haciéndolo por ustedes —añadió, y yo no pude evitarlo, enredé mis brazos en torno a su cuello.
Mi corazón saltó de una inmensa alegría al ver como todos los sacrificios que hice por él habían valido la pena; al toparme con esta nueva versión de mi padre, dispuesta a ser y seguir adelante, a vivir cada día y a vencer a los demonios que lo torturaban.
—Te amo, papá —murmuré, con las gotas de agua salada que bajaban por mis mejillas mojándole el suéter de lana que traía puesto.
—Yo también te amo, hija —me respondió con voz queda, apartándose para depositarme un beso en la frente.
De todos los escenarios que pasaron por mi cabeza en cuanto me lo tropecé, el que menos me imaginé fue éste, pero estaba feliz de que estuviese ocurriendo y si bien tenía un montón de preocupaciones y tareas en este instante, valía hacer una pequeña pausa por esta situación que tanto anhelé.
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Hasta después de la boda ©
Любовные романыHay ciertas cosas que Kathleen Foley desearía tener, entre esas: al novio de su mejor amiga. Ella está consciente de que eso es imposible, pero Dexter Montgomery es simplemente encantador, alguien por el cuál es demasiado difícil no caer. Pero cua...