Capítulo 29 | Color de rosa.

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21 DÍAS ANTES DE LA BODA

Era el cumpleaños de Keana.

Hacían ya cinco años exactos que yo no celebraba ninguno con ella, y aunque en la noche ya tenía planes de salir con sus amigos, papá y yo le habíamos organizado una sorpresa para después de la escuela. Él, yo... Y Alex. Eso los pillaría por sorpresa a ambos, pero quería que lo conocieran bien. Así como Alex me había presentado a toda su gran familia, quería que el conociese a la mía, mucho más pequeña pero daba lo mismo.

Otro suceso importante producto del aniversario de vida de mi hermana era que papá había dado un paso gigante en su proceso de recuperación y había decidido regalarle el coche de mamá. Ella podría darle un buen uso, y así el no se vería en la obligación de venderlo. Yo más que nada agradecía que estaba progresando en su tratamiento, y realmente esperaba poder conocer pronto a la Doctora McCormick para darle las gracias por ayudarlo tanto.

—¿A dónde más tenemos que ir? —me preguntó papá al volante, mirando por el retrovisor a los asientos traseros—. Tenemos los globos, la decoración, y... los regalos —recontó.

—Estamos bien. Ahora sólo debemos ir de vuelta a casa a ordenarlo todo, preparar el pastel y luego recogerla en la escuela —enuncié, mirando mi celular un tanto ansiosa, en espera del mensaje de Alex en el que confirmaría si estaría allí o no.

—Vale —aceptó papá, y al mirarle de reojo me di cuenta de lo saludable y atractivo que se veía desde que mejoró. Hoy en día si las mujeres del club de lectura de la señora Thornton lo vieran, en lugar de juzgarlo, se babearían por él, y no hablaba de una belleza al
estilo mi jefe el señor Montgomery, más bien la de un hombre bien parecido acorde a su edad.

—Papá, ¿no has considerado aún... empezar a salir con alguien nuevo? —le inquirí con cierta cautela. El se atragantó con su propia saliva, dándole paso a un ataque de tos que casi le hace chocar con otro coche—. Lo siento. Quizás ha sido demasiado pronto para interrogarte sobre ese tema —me disculpé abochornada, con mis mejillas enrojeciéndose. Papá negó con la cabeza y suspiró.

—Está bien. No creo que esté listo aún para ello, es... demasiado —explicó él, aclarándose la garganta—. Sin embargo, la Doctora McCormick ha estado sacándolo a relucir un poco en estas últimas sesiones, así que... puede que lo intente más adelante, aunque debo estar tan obsoleto que... No lo sé. Quizás necesite un empujón —agregó, haciéndome sonreír.

—Mamá habría querido eso —le advertí, porque la había escuchado comentarlo en los peores momentos de su enfermedad, cada vez que todos creíamos que moriría. Solía decirle a papá que no tuviera miedo en hallar a alguien más, alguien que lo amase quizás más que ella y que fuera una buena figura materna para Keana y para mí en su ausencia. A papá eso lo enfurecía, pero para mí se trataba más bien del miedo a perderla. Ahora todo era distinto, y si bien ninguno de nosotros íbamos a olvidarla o dejar de quererla jamás, debíamos continuar, en especial él a quién le había costado más que a cualquiera dejarla ir.

—Ah, tu madre... —exhaló con ahínco timbrado su voz, y era la primera vez que le oía nombrarla sin sonar devastado—. Ella habría querido tantas cosas. Ver a Gale casándose. Verte a ti acompañándola. Ver crecer a Keana. Conocer a ese afortunado chico que está contigo...

Un agradable silencio se instaló entre nosotros, uno durante el cual el ambiente se sintió como si mamá estuviera detrás de nosotros sonriendo.

Hasta después de la boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora