Capítulo 2 | Crisis pre-nupcial y un simple embarazo.

9.6K 576 192
                                    

100 DÍAS ANTES DE LA BODA

Dexter Montgomery era el ser humano más perfecto que alguien podría alguna vez conocer. Empezando porque era guapísimo, tenía el cabello oscuro y sedoso, los ojos de un intenso azul, la piel blanca pero tenuemente bronceada, una nariz envidiable a causa de su genética, unos delgados labios cereza, una mandíbula recta y masculina y un cuerpo bien trabajado por el alpinismo que practicaba casi a diario.

Sin embargo, además de su físico, Dexter Montgomery también era precioso en su interior. Era un ser humano con los más puros sentimientos: noble, honesto, honrado, generoso, preocupado, era simplemente... Eso. Perfecto. Casi podían beatificarlo. ¿Que si tenía defectos? Seguro que sí. Pero todos le quedaban demasiado pequeños a la cantidad de atributos que poseía, así que era extremadamente sencillo ignorar todas aquellas características negativas de su personalidad.

Suspiré con anhelo, mientras lo observaba de perfil. Sus manos estaban afianzadas a la barandilla del balcón y, sus ojos no reflejaban más que un brillo reflexivo.

Había llegado hacía dos días a San Diego y, tras resolver algunos asuntos pendientes de la Compañía, me había invitado a cenar a un lindo y campestre restaurante en las afueras de la ciudad. Así que, ahí estábamos, en la terraza de éste, luego de haber comido la pasta de la casa, aspirando el frío aire de una noche más de enero y contemplando las estrellas que se esparcían por el cielo como partículas de escarcha.

—¿Cómo sabes que de verdad quieres pasar el resto de tú vida con alguien? —me preguntó, sacándome de mi ensimismamiento. Pestañeé aturdida, al procesar su interrogante y busqué enlazar mis ojos con los suyos. Una chispa de esperanza se encendió en mi interior. No debía ser así, pero, el hecho de que dudara algo como eso, a sólo aproximadamente tres meses de su boda, no indicaban otra cosa más que estaba arrepintiéndose de ello.

—No lo sé, Dex —admití, mordiéndome el labio inferior para reprimir una sonrisa. No tenía ninguna respuesta a su pregunta, y el hecho de que pareciera vacilar sobre su decisión me ponía extrañamente contenta. El dejó escapar un estruendoso resoplido.

—Tengo miedo, Kathleen —me confesó, con el rostro contorsionado en una mueca de mortificación—. Amo a Gale. Con mi vida —declaró y mi emoción se esfumó—. No quiero que nos ocurra lo mismo que a sus padres. El divorcio me aterra, y no me lo perdonaría si llegara a lastimarla... —manifestó, con la mirada perdida—. Sé que ahora, estar con ella es lo que quiero. Pero, ¿y si en unos años eso cambia? ¿Y si nos convertimos en una pareja conflictiva? —cuestionó. Extendí mi mano hacia su hombro, como gesto de consuelo. Sentía una tenue presión de devastación en el pecho, una que me cortaba la respiración. La tarea de pretender que estaba feliz por la idea de su casamiento, resultaba agotadora.

—Esos son riesgos que tendrás que asumir a partir del momento en que le des el sí. De cualquier manera, nadie se casa pensando en si su matrimonio se quebrará o no con el paso de los años, así que sólo deja que las cosas fluyan —expresé, frotando en círculos su hombro con mi pulgar—. No te preocupes por el futuro, éste sucede en cada próximo segundo. ¿Lo ves? Y tu aún la amas y, tampoco has dejado de hacerlo durante estos dos años que han estado juntos como pareja, ¿o si? —indagué, flexionando mis codos sobre la baranda e inclinando mi espalda hacia adelante. Animar a Dexter a casarse era cómo darle todo mi oxígeno a alguien que podía perfectamente respirar, mientras yo me ahogaba. Vale, quizás exageraba un poco. Pero no era precisamente simple inculcarle seguridad sobre una decisión con la que no estaba de acuerdo del todo.

Un par de minutos de silencio amortiguado por el ruido de los comensales del restaurante transcurrieron, hasta que una carcajada floja trepó por las paredes de la garganta del atractivo hombre, dejándome descolocada.

Hasta después de la boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora