93 DÍAS ANTES DE LA BODA
El tiempo corría sin pausa.
El tiempo corría sin pausa y yo llevaba aproximadamente tres horas observando a Alex, desde una mesa, a un par de metros de distancia, en lo más recóndito del bar.
Él castaño se hallaba junto a la arcaica barra de madera, en compañía de un chico de piel oscura, bebiendo algunos tragos y riendo. Parecían buenos amigos, aunque no tenía ni la menor idea de quién era el chico ni de cómo se conocían, puesto que según Gale, Alex no habría venido más de dos o tres veces.
Cual fuera que fuera el caso, no podía permitir que el se marchase del bar, sin antes haberle contado mi gran metida de pata e implorarle por ayuda.
El asunto era, que yo no estaba preparada mentalmente para enfrentarlo y, probablemente nunca lo estaría. Para ser honesta, ¿quién jamás lo estaría? Si era la persona más odiosa del mundo. No obstante, debía hacerlo antes de que se largase, Gale lo interrogase, me dejase por loca, y arruinase mi vida.
Así que, por esa única razón, me mantuve ahí desde las diez de la noche que escapé del auto de mi mejor amiga, comportándome como una acosadora.
Escondí la cabeza entre mis brazos, cuando Alex volteó la suya en mi dirección.
Sí, tenía esa mala costumbre de que, después de haberme metido en un gran lío, me acobardaba y lo que más deseaba era correr. Pero, la vida y la literatura de la escuela me enseñó que esa no era la respuesta.
Elevé lentamente mi cabeza de nuevo, para comprobar que ya no tenía su vista puesta en mí. Noté entonces que estaba contando algunos billetes para pagarle al hombre tras la barra, quién aguardaba con paciencia frente a él.
Lo que seguro quería decir que estaba a punto de irse a casa.
Aquello, fue suficiente para que tomara una decisión. Me levanté de golpe del incómodo taburete de madera casi podrida, me alisé la falda, me susurré a mí misma que tenía que hacerlo, reuní coraje y valentía y empecé a caminar hacia el hombre con una firmeza que no sabía que tenía.
Cuando se percató de mi presencia, sus chispeantes y azules ojos me barrieron de arriba a abajo con minucioso detalle, como si nunca se hubiese propuesto a hacerlo; provocando que yo me sintiese pequeña, temerosa y me tropezase ridículamente con un par de cosas y personas.
«Vamos, Kath. Tú puedes, chica» me alenté en mi cabeza.
Reprimí las ganas de huir y me planté frente a él, que por alguna razón, no lucía sorprendido de verme, incluso aunque hubiese estado oculta y que, estos no son la clase de lugares que las chicas cómo yo frecuentan.
—Alexander —pronuncié. Las manos me temblaban, así que las oculté tras mi espalda. Él esbozó una sonrisa torcida, mientras el chico a su lado me observaba con curiosidad.
—Kathleen, hola. Hasta que te dignas a encararme y dejar de acecharme —respondió Alex, sin borrar la sonrisa de sus labios y apoyando su brazo sobre la barra.
Sus palabras llegaron a mí como una bofetada sorpresa, ocasionando que abriera los ojos como platos y que percibiera una oleada de calor agruparse en mis mejillas.
—N-no estaba a-acechándote —balbuceé, negando con la cabeza frenéticamente. La sonrisa del muchacho se ensanchó.
—¿Observándome...? ¿Acosándome? —cuestionó. Continué meneando la cabeza tan fuerte, que sentí que podría desprendérseme en cualquier segundo. El muchacho a su lado, soltó una carcajada.
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Hasta después de la boda ©
RomanceHay ciertas cosas que Kathleen Foley desearía tener, entre esas: al novio de su mejor amiga. Ella está consciente de que eso es imposible, pero Dexter Montgomery es simplemente encantador, alguien por el cuál es demasiado difícil no caer. Pero cua...