102 DÍAS ANTES DE LA BODA
Oh, diablos.
Estaba retrasada.
¡Que digo retrasada, estaba retrasadísima! No podía dejar de mirar mi plateado reloj de pulsera, rezando por que sus agujas se detuvieran por algo de tiempo extra.
Tenía la cabeza en las nubes. Estos últimos días, concentrarme parecía una misión imposible, y consecuentemente a ello, olvidaba la mayor parte de mis quehaceres básicos. Como por ejemplo, activar mi alarma matutina en la noche.
Y no era díficil hallar la razón de mi reciente problema: el matrimonio de Gale y Dexter. Un hecho inminente, que, atormentaba mi cabeza cual molesto mosquito, distrayéndome con sólo recordarlo. Incluso cuando dormía, soñaba que era yo quién me casaba con Dex en una Boda fugaz en Las Vegas oficiada por una imitadora de Whitney Houston, o que me oponía en plena ceremonia a la unión y todos los espectadores me aplaudían por mi valentía y sonaba de fondo Californication de Hot Red Chili Peppers, mientras Dexter corría hacia a mí y me besaba apasionadamente.
Muy... Surrealistas.
Sacudí la cabeza saliendo de mi trance, justo cuando las puertas del metro se abrieron. Me puse de pie rápidamente, para ser una de las primeras personas en salir, sin embargo, el resto de los pasajeros imitaron mi acción y, comenzaron a aglomerarse a mi alrededor, impidiéndome el paso.
Gimoteé, suplicando al Universo que se apiadara de mí. Pero eso no funcionó. En vez, un sujeto con pasamontañas intentó robar mi cartera. ¡En medio de un tumulto de personas! ¡Lo peor es que cada una de ellas estaban inmersas en su propia burbuja! ¡Qué indignante!
Para mi suerte, los traseúntes que me rodeaban se dispersaron y yo logré subir corriendo las escalerillas de concreto que daban directo a la salida de la estación subterránea con olor a patatas fritas y combustible para autos, ilesa.
Mis dedos rozaban el pasamanos cuando el viento fresco de la mañana impactó contra mi rostro, llenando mis pulmones de un aire relativamente más puro e inyectándome un poco más de relajación y positividad. Sí, iba tarde al trabajo y habían intentado robarme, pero aún tenía esperanza de que las cosas hoy saldrían bien.
Enfilé a paso acelerado con destino a la siguiente manzana, en la que se blandía un enorme edificio de fachada minimalista y geométrica, tropezando a varios individuos que caminaban para llegar a sus empleos al igual que yo, o sólo paseaban a sus mascotas. No obstante, muchos de ellos seguro no tenían el estómago vacío y rugiendo, ni pisaban un charco al momento de atravesar la calle y terminaban salpicándose los zapatos y sus pantalones.
Así que cuando entré a la desértica recepción, cojeaba, para evitar hundir aún más mi pie en la laguna de mi zapato. Norbin, el viejo y amargado hombre de la recepción, alzó la cabeza del periódico que leía y frunció sus pobladas cejas grises al verme trastabillar hacia el elevador.
—Señorita Foley —emitió el, a modo de saludo, desganado.
—Buenos días, Norbin —contesté yo, forzando una sonrisa mientras continuaba caminando a trompicones al elevador.
—No tienen nada de buenos —replicó él, con la comisura de su fina boca levantándose en desagrado. Quería darle la razón, pero aún había un rastro de esperanza en mi interior, que simplemente no podía apagar.
Las puertas del elevador se corrieron dejando ver su interior y me apremié a entrar en él. Estaba vacío así que en lo que pulsaba el número de piso me deshice de uno de mis botines con dificultad, para desembocar el agua que había dentro del zapato en el suelo alfombrado del ascensor. Solté un suspiro ruidoso, antes de calzármelo nuevamente y proceder a tomar el otro.
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Hasta después de la boda ©
RomanceHay ciertas cosas que Kathleen Foley desearía tener, entre esas: al novio de su mejor amiga. Ella está consciente de que eso es imposible, pero Dexter Montgomery es simplemente encantador, alguien por el cuál es demasiado difícil no caer. Pero cua...