Capítulo 20 | Una clausura.

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65 DÍAS ANTES DE LA BODA

Alex

Supongo que lo veía venir porque quizás Gale y Dexter siempre habían tenido la razón. Quizás la tensión entre nosotros casi era palpable en el ambiente, quizás los únicos en no darse cuenta de ella éramos Kathleen y yo.

Lo poco que conservaba de la noche anterior, eran sensaciones e imágenes que pasaban por mi cabeza como estrellas fugaces. La mayoría eran borrosas, intentar recordarlas era incrementar mi dolor de cabeza. El resto, eran tan vívidas que podía sentirlas en mi piel y, que me ponían los vellos de punta, porque jamás las había experimentado. Eran en la cúspide de el punto más alto, intensas y abrumadoras.

Sin embargo, lo que pasó ayer, era algo que me hubiese gustado recordar con detalle y guardarlo en mi mente por el resto de mis días, porque tal vez fuese la primera y última vez que sucediera. Y aunque ninguno de los dos habíamos estado del todo conscientes, tenía la convicción de que había sido increíble, y había significado algo especial para ambos.

Estaba muy jodido.

Ni siquiera tenía la certeza de como debía actuar, porque no sabía cómo reaccionaría ella. Aunque, en base a los últimos acontecimientos similares... Enloquecería y se escondería de mí por un período de tiempo. Y eso me destruiría. No solo a mi ego y a mi dignidad, también podría... Romper mi corazón emocionalmente; porque el corazón es un órgano cardiovascular y no se rompe por decepciones amorosas, eso es ridículo.

Aspiré una bocanada de aire, antes de salir del baño. Me había puesto un pantalón de chándal, porque no quería que terminara de perder su cordura.

Para cuando pise mi dormitorio, una recién levantada Kathleen, con el cabello hecho un nido de pájaros, manchas de maquillaje bajo sus ojos, rebuscaba en el suelo su falda, con prisa, como si tuviese cinco segundos para hacerlo y ya se hubiese excedido.

Me incliné para recoger la prenda que  hallaba justo al lado de mi pie.

—¿Buscas esto? —le pregunté. Ella levantó la cabeza, con la cara tan blanca como un papel, tanto que pensé que podría desmayarse ahí mismo.

—Mierda —pronunció en voz tan baja, que apenas fue audible. Se acercó a mí para coger la falda, darse la vuelta, ponérsela rápidamente y volver a enfrentarme. Tuve que contener las ganas de reír, demasiado tarde para no haberla visto—. Alex, yo... —balbuceó, cabizbaja, como si le fuese imposible mirarme a los ojos—. Lo siento. Estoy tan... Arrepentida. Esto... Fue un error —declaró, con dificultad. Ésa fue su primera puñalada, fue tan horrible que tuve que sostenerme el estómago, porque aunque sabía que no iba a celebrar lo sucedido, al menos pudo... No haber dicho que había sido un error. Para mí, no lo fue—. No debimos dejar que pasara, pero... Estábamos borrachos y... No importa. Creo que... Deberíamos... Tomar distancia, a partir de ahora. Al menos por unos días —continuó, como si las emociones estuviesen ahogándola por dentro y le costase hablar. Sus ojos estaban cristalizados, y tenía el presentimiento de que lloraría en cualquier momento. Esa fue mi segunda puñalada y dolía como la mierda.

¿Por qué hoy para ella era tan malo?  ¿Por qué no podía corresponderme de la misma manera? ¿Por qué tenía que gustarle Dexter? ¿Por qué todo tenía que ser tan jodido para mí?

—¿Es por... Dexter? —le inquirí, preparado para escucharla decir que sí, a pesar de que sabía que sería más horroroso de lo que pensaba.

Hasta después de la boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora