Capítulo 11 | Descontrol y una habitación.

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91 DÍAS ANTES DE LA BODA

—¿Debería llevar judías verdes o blancas? —me preguntó Gale, cogiendo dos latas del anaquel y ojeándolas sucesivamente. En lo personal, prefería las verdes, pero sabía que la señora Thornton utilizaba las blancas para su sopa de minestrone, así que se las apunté—. Y... ¿Cómo es que todo surgió tan rápido entre Alex y tú? Siempre me dijiste que eras la clase de persona a la que le gustaba tomarse las cosas con calma... Especialmente teniendo en cuenta cuánto lo odiabas... —interrogó, con una pizca de escepticismo.

Lo intentó. No había preguntado nada al respecto durante todo el tiempo que llevábamos juntas hasta ahora.

Evidentemente, el hecho de que Gale me hubiese traído con ella al supermercado, estaba íntimamente relacionado al interrogatorio que su alma quisquillosa ansiaba realizarme desde que se enteró de mi «relación». Y, dado que ayer me había pasado casi todo el día con Alex estructurando nuestra historia, usé el falso pretexto de que él no quería despegarse de mí y, ella estableció que entonces sería hoy. Así que, a primera hora de la mañana, ella pasó a recogerme para que le acompañase al supermercado y así, le contase todo lo que ella quisiese escuchar.

—Es díficil de comprender hasta para mí —empecé, recordando la meticulosidad con la que Alex y yo habíamos planeado todo. Básicamente, creamos una especie de historia base muy imparcial y, a partir de ahí, cada uno la contaría a su manera—. Sólo sé que, de un momento a otro, las chispas emergieron entre él y yo. Casi como si Cupido nos hubiese disparado a ambos, en el mismo preciso instante. Puede parecer tonto, pero la verdad es que... fue así para mí —concluí. Y, francamente me sentí tan tonta como Annie en Sintonía de Amor, que se enamoró de Sam sólo al escucharle hablar por teléfono.

Cómo que comencé a entender el punto de Alex.

—Quien iba a pensarlo... Cuando se lo dije a Dexter, Alex ya se lo había dicho y, ambos casi tuvimos un colapso de la emoción —replicó ella, arrojando las latas de judías blancas al carrito, y caminando unos pasos más hacia adelante para tomar algunas latas de maíz, guisantes y chiles.

No me esperaba menos de ella y Dexter.

Continuamos paseándonos por el supermercado, para terminar de conseguir los productos requeridos en la lista que Cecile le había hecho a su hija. Durante el trayecto, Gale se encargó de hacerme un par de preguntas más, algunas incómodas y otras un poco extrañas, a las que por fortuna, les tenía respuesta. Si bien, no se las había dicho a Alex, las había pensado, porque conocía a Gale lo suficiente para saber que  las haría.

—Deberíamos tener una cita doble —sugirió, en lo que nos desplazamos al Civic, una vez hubo cancelado la compra.

—Es una buena idea —mentí, porque por alguna razón, no me parecía para nada una buena idea.

—¿Qué tal si salimos ésta noche a la Hora Feliz del Mavericks? —propuso, poniéndose sus gafas de sol de diseñador, e introduciendo las bolsas en el maletero.

El Mavericks era un bar nuevo que habían abierto en el Hotel East Breezes, hacía alrededor de dos semanas. Lo sé porque Keana me contó que asistió a la inauguración con su mejor amiga, cuyo padre era el dueño del local.

La verdad es que a mí no me sonaba como un buen plan, digo, tal vez en otras circunstancia me habría parecido una idea estupenda, no obstante, alcohol más un novio falso, más mi mejor amiga a punto de casarse con el hombre del que estaba enamorada... No creo que tuviese un buen resultado final.

—No lo sé... —titubeé, rebuscando en mi archivador mental de excusas, alguna irresoluble. Le ayudé a cargar el maletero.

—¡Anda!, Dijiste que sería una buena idea... —insistió, mirándome por encima de sus gafas, con ojos suplicantes.

Hasta después de la boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora