Capítulo 27 | El primer latido audible.

6.9K 492 144
                                    

27 DÍAS ANTES DE LA BODA

Alex estaba enojado conmigo. Aunque no podía describir con precisión su «molestia» hacia mí, había estado ignorándome todos estos días en los que intenté comunicarme con él para hablar sobre el porqué lo dejé cancelé a último minuto. Y eso estaba preocupándome, porque las cosas entre nosotros no podían terminar de éste modo. Todavía había mucha confusión de por medio.

No obstante, estos últimos dos días, había aprovechado para pasar tiempo de calidad con papá y Keana, puesto a que el susodicho no me contestaba.

Sin embargo, realmente quería arreglar las cosas con él, así que en esta ocasión, tenía que ser yo quien lo buscase; para lo que tuve que obtener la ayuda de Dexter, quién por supuesto no podía quedarse tranquilo y sólo proveerme su ubicación, sino que tenía que organizar una especie de cita a ciegas en un restaurante griego en cerca del centro de la ciudad.

Aunque no fuese una cita, por alguna razón, tuve la necesidad de arreglarme y ponerme linda. Me hice ondas en el cabello, me maquillé y me vestí con uno de mis conjuntos preferidos, que consistía en un set de una blusa de mangas japonesas con un patrón de flores en colores pasteles y una falda suelta, con sandalias planas a juego.

Estaba lista para irme, y dado que papá no andaba por los alrededores, decidí darle uso al coche de mamá. Aunque de todos modos no pensaba que le importase, puesto que le escuché comentar no hace mucho que estaba considerando ponerlo en venta. Igual, no iba a darse cuenta. Su jornada de trabajo desde que había empezado en la universidad se había extendido, y ahora llegaba bastante tarde a casa.

Estaba un poco ansiosa, y las manos me sudaban en torno al volante mientras conducía. De repente me sentí nerviosa. No tenía idea de como reaccionaría Alex, ni de cómo reaccionaría yo ante su presencia que siempre lograba alterarme. Sabía que no había pasado mucho tiempo sin verlo, pero se sentía como que lo había hecho y aquello era angustiante. Otra parte de mi lo extrañaba. La cercanía, todo lo que compartíamos y la conexión que existía entre ambos, que siempre nos arrastraba al otro por más que intentáramos alejarnos, y sin importar cuanto tiempo pasase.

Inhalé y exhalé, una vez aparqué el coche frente al local y procedí a bajarme. Aunque viví dieciocho años de mi vida en Arlington y lo visitaba con una frecuencia prudente, jamás había visto este sitio. Al entrar, quedo en evidencia que había sido elegido por Dexter, debido a que el ambiente era bastante romántico, de una manera poco convencional, porque tenía un estilo algo más bien campestre, con sillas y mesas de madera blanca, cubiertas por manteles a cuadros azules y el techo forrado de follaje y luces.

Divisé a Alex en una mesa en el fondo, tecleando velozmente en su celular, no muy contento. Sólo Dios y Dexter sabían la excusa por la que lo habrían hecho venir, ya que no creo que lo hubiese hecho por mi habiéndolo abandonado la última vez.

Por un segundo, me acobardé y me sentí justo como aquél día en el bar en el que simplemente no podía acercármele. Sin embargo, me forcé a reunir valentía y caminar a paso decidido en dirección a el, y es que en esta oportunidad, no creía poder esperar horas y horas a dignarme de llenarme de coraje.

—Dije que esperaría a mi jodido primo para ordenar, así que... —empezó a refutar, en cuanto me oyó arrastrar la silla frente a él. Levantó la mirada interrumpiendo su discurso, y sus ojos oceánicos chispearon con un indescriptible brillo—. Tú.

—Hola —lo saludé, sentándome, porque siendo Alex mi acompañante, sería muy ridículo que le preguntase si podía, teniendo en cuenta que incluso estando en su estado natural, obtendría una respuesta sarcástica ante tal interrogante.

Hasta después de la boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora