Capítulo 30 | Reencuentro.

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16 DÍAS ANTES DE LA BODA

—¡Marcia! —chillé de la emoción al verla atravesar en medio de los dos grandes portales de vidrio del aeropuerto de Arlington.

Había pasado como mucho un mes desde que no nos habíamos visto en persona, y pese a que habíamos estado hablando por videollamada de vez en cuando, estaba feliz de que hubiese venido antes para ser mi soporte en el poco tiempo que quedaba para la boda. Por suerte, todo marchaba de viento en popa.

En unas dos semanas toda esta pesadilla de Gale, Dexter, Natasha y Elanese llegaría a su fin para mí, permitiendo que Alex y yo pudiéramos oficializar nuestra relación fuera de los ojos de la luz pública, dejar las mentiras atrás sin que nadie más se enterase y descubrir juntos que nos depararía el destino.

—¡Kathleen! ¡Te ves radiante! —me contestó, en lo que nos fundíamos en un tenue abrazo. De verdad le había echado de menos, sólo faltaba Leo y ya estaría completo el trío más extraño de San Diego—. ¿Acaso... Te dignaste a reconocer tus sentimientos por Alex y te acostaste con él sobria? —interrogó, apartándome para escrutarme con la mirada.

Suspiré, meneando la cabeza.

Cuanto la había echado de menos.

—Sí a lo primero, no a lo segundo —me reí—. Alex y yo estamos... intentándolo. Nos va bien, con ciertos llamémosle obstáculos, pero siento que podemos funcionar. Creo que me estoy enamorando de él —confesé, con una tonta sonrisa tirando de mi boca.

—Lo sabía. Estoy muy feliz por ti, aunque el bombón es un cretino a veces —expresó, con un fugaz bufido—. La única razón por la que cuando estabas borracha enloquecías a su lado es porque te desinhibías, eras tú haciendo lo que querías. Pero supongo que ya te diste cuenta —acotó, dedicándome una extraña mirada desafiante.

—Sí... Me di cuenta en Pebble Beach —atiné, poniéndome una mano en la frente con dramatismo, mientras caminábamos al coche que le había tomado prestado a papá, quién tenía el día libre—. Ahora, déjame ver —pedí, aunque casi fue una súplica.

—¿Qué? —frunció el ceño.

—¡Tu barriga de embarazada! —exclamé, emocionándome más de la cuenta, y es que tras lo ocurrido en el primer ecograma... Mis temores sobre Marcia y el bebé se disparon. Ella podría manejarlo, estaba casi segura, y en caso de no poder sola, la apoyaría en todo lo que pudiese. En respuesta, Marcia puso los ojos en blanco, para luego quitarse la gabardina negra que traía revelando una abultada panza, acorde a la cantidad de meses que tenía que si mal no recordaba, eran cuatro.

—En vivo y en directo —exhalé, escrutándola con detalle.  De pronto se enserió.

—He decidido decírselo con Hommer —me informó, a lo que yo palidecí. Eso destruiría más la familia de Alex. Ni Isobel, ni el pequeño Declan merecían eso. Y ni hablar de si Alex se enteraba que yo lo sabía, iba a odiarme por siempre.

No sólo bastaba con Elanese y sus tonterías entrometiéndose, ahora también el peso del secreto de Marcia recaía en mí. De igual manera, yo no iba a darle la espalda, era mi amiga y la conocía lo suficiente como para saber que las cosas no eran mucho más fáciles para ella. Una vez saliera la noticia saliera a la luz, específicamente para los oídos del señor Montgomery, esperaba que Alex lo supiese o al menos haber reunido la valentía de decírselo; porque por ahora sentía que aquello no me correspondía incluso aunque no había otra cosa que quisiese más que ahorrarle todo ese dolor a él y a su familia.

Hasta después de la boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora