Capítulo 13 | Enloquecer.

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88 DÍAS ANTES DE LA BODA

Kathleen

Llevaba más de veinticuatro horas encerrada en mi habitación, embutida en mi colcha como un burrito. Mis únicas salidas habían sido para ir al baño y comer algo.

Durante el resto de la velada en casa de Gale, el domingo, me mantuve en una especie de piloto automático, sonreía por sonreír, opinaba por opinar y, hacía exactamente lo que todos esperaban que hiciera. ¡Ni siquiera le pregunté a Gale qué demonios hacía Natasha Cunnings en dicha reunión!

Sé que encuevarse en su dormitorio no es algo que una mujer adulta y madura haría, pero para ser sincera, me sentía como una adolescente. Y sí, estaba evadiendo a todos en mi entorno social, desde el día de ayer, pero no podía parar de pensar en que había roto la segunda regla del trato (nada de contacto físico a menos que fuese extremamente necesario, regla que yo misma establecí), y que ese beso había significado algo.

O tal vez yo estaba exagerándolo, pero no... Había sido algo.

Ese beso, le había dado un concepto nuevo a la práctica de la palabra; pues de sólo recordarlo, mi corazón se aceleraba y mis labios hormigueaban deseosos de volver a probar la misma boca una vez más.

Y, era precisamente por eso que me había enclaustrado en la alcoba; porque no podía seguir teniendo ese tipo de pensamientos y sensaciones, el beso debió haberme resultado normal, Alex y yo no debimos amanecer abrazados en la misma cama... Muchas cosas que no deberían estar sucediendo estaban haciéndolo, y el asunto se nos estaba escapando de las manos. Definitivamente, éste trato no estaba ayudándome a sobrellevar el asunto de la boda, me lo estaba enredando aún más.

Y ahora, no tenía idea de cómo encarar al castaño, aunque la solución pareciese sencilla: fingir que nada ocurrió. Era obvio que nada para él cambió. Estaba segura de que Alex era una de las persona más centradas en el planeta Tierra, y de que, además, jamás sentiría nada por mí, porque ¡Dios, sólo era yo! Kathleen la ingenua, santurrona y fantasiosa.

Alguien como, no lo sé, Natalie Portman o tal vez Emma Watson... Podría ser su tipo de chica. Pero nunca yo.

¿¡Y por qué siquiera pensaba como si no gustarle fuese una desilusión?!

El no me gustaba y yo no le gustaba. Nos llevábamos bien, y sólo fingíamos  ser novios para obtener un beneficio. Fin de la historia.

Debía mantener mis emociones y mis hormonas al margen, pretender que no significó nada para mí y seguir adelante con mi vida, a pesar de que no fuese fácil, eventualmente, lo superaría y besaría a alguien mejor.

Ya era hora de que me levantara y me preparara para llevar a papá a la psicóloga y, presentarme en la prueba de vestidos de Gale en la que por fortuna, sólo estaríamos las chicas.

Con todo el dolor de mi alma, me desenrollé de mi burrito y me levanté. Estiré la mano para alcanzar mi teléfono móvil, que descansaba sobre la mesita de noche apagado desde hacía ya dos días, y lo encendí.

El aparato casi explotó por tantos mensajes, que ni siquiera me dediqué a revisar, ya que, antes que nada, me topé con la hora, y me percaté de que debía comenzar a alistarme, si quería tener la posibilidad de llegar temprano a todos mis compromisos del día y no lucir como una pordiosera, puesto que tenía el cabello sucio y enmarañado, y una pijama que poseía desde los catorce años.

Hasta después de la boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora