Capítulo 16 | Dos reglas.

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Alex

Mi móvil sonó por trigésima vez en el día, por lo que tomé la decisión de apagarlo.

 De cualquier manera, tenía casi la plena certeza de que se trataba de Elanese, quién había estado enviándome un montón de mensajes para confirmar nuestra cita de hoy. 

Y yo que pensé que estaría demasiado ocupada cómo para siquiera textearme, teniendo cuenta todo lo que me dijo ayer, después de que Kathleen se marchase, eso de que tenía una agenda muy ocupada con todo esto de su fama y su canal de YouTube.

¿Francamente? Había descubierto que Elanese era todo lo contrario a Kathleen: arriesgada, audaz, y muy segura de sí misma. Era todo lo que yo buscaba en una chica, pero por algún motivo con nombre y apellido, no ponía mi mundo patas arriba. Es decir, sí, me gustaba, era guapa y exitosa, pero no tenía esa aura de inocencia y bondad que Kathleen desprendía y que a mí me fascinaba.

Claro, aquello no quería decir que no fuese a darle una oportunidad. Sí, era un poco pesada y tal vez debería mandarla a volar antes de que eso se convirtiera en ella siendo una novia controladora, pero esas no eran características suficientes para definirla del todo, o eso quería creer. Además, mantenía mi mente ocupada y eso era bueno, porque si en algo también diferían era en que tenía más posibilidades con una que con la otra.

Meneé la cabeza, intentando espantar el asunto que había estado rondando por mi cerebro durante gran parte del día. Pero es que nunca me había hallado a mí mismo en un dilema tan claro y a la vez tan complejo, toda esa porquería romántica siempre se había mantenido al margen de mi vida. Me había acostado con chicas, y una que otra vez había llegado a tener citas con algunas de ellas, pero no eran más que por pasar el rato. Sólo recuerdo haber tenido dos relaciones oficiales en toda mi existencia, una en el instituto y la universidad, pero luego me gradué, empecé a viajar y me metí de lleno en mi trabajo. Sólo una vez llegué a sufrir por amor, y era especialmente a que cuando mi novia de la secundaria me dejó, yo tenía la autoestima por el subsuelo y pensé que ninguna chica iba a fijarse en mí luego de ella, y que moriría solo y rodeado de perros (porque no tolero ningún otro animal), y lo cierto es que ahora, casi diez años después, no parecía un mal panorama, sin preocupaciones, ataduras, ni líos amorosos. 

Una figura atlética salió de uno de los dormitorios del pequeño apartamento que Dexter había rentado de manera temporaria para sus constantes visitas a Arlington, y en el que los tres estábamos quedándonos durante nuestra estadía aquí. 

Omar, vistiendo con únicamente una toalla alrededor de su cintura, se aproximó al refrigerador para coger una bebida. 

 —¿Todavía sigue llamando? —inquirió el muchacho de piel oscura, destapando una lata de refresco de naranja.  No quería decirle que tenía planeado tener algo con Elanese, pero por desgracia, la aludida me había enviado tantos mensajes y había sido tan obvia anoche, que Omar se había dado cuenta. 

 —Sí. He tenido que apagar el móvil... —le contesté, bajando la pantalla de mi ordenador portátil, con un resoplido.

 —Alex, ¿tú en serio vas a liarte con ella? —volvió a interrogarme, como si le fuese imposible concebirlo, cosa que seguro le atribuía a mi relación falsa—. Pensé que Kathleen te gustaba en serio. Digo, ¡odiaste a Dexter más de lo usual por semanas, sólo porque ella estaba enamorada de él! —recriminó. Y eso era cierto, dejé de hablarle a Dexter por un mes después de la fiesta, porque estaba molesto puesto que la única chica que había llamado mi atención en años, estaba enamorada de él. Incluso aunque en el exterior, se lo había imputado al comportamiento de mi padre, con respecto a él, en el fondo sabía que no era así. Papá me había desplazado tantas veces por Dexter, que para ese entonces estaba inmune. ¡Sí!, ése día estaba malhumorado por ello, pero fue por el descaro con el que hizo lo que hizo—.  ¿Piensas echarlo todo por la borda por una mujer que sólo acaba de aparecer? —reiteró, cruzándose del brazos sobre el pecho, negando con la cabeza. 

Hasta después de la boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora