Capítulo 24 | Siempre has sido tú.

7K 518 80
                                    

Alex

Como era de esperarse, Dexter había logrado acaparar la atención de Kathleen, contándole como se sentía muy traicionado por Gale a tan poco tiempo para la boda, y cómo no comprendía que había hecho mal para que su prometida no tuviese siquiera la decencia de hablarlo con él después de que sucedió y así poder resolver su problema juntos.

Por fortuna, estábamos por llegar. Sin embargo, no podía evitar admitir que hubiese preferido cientos de veces no haberle llamado a el. Simplemente quedarme en medio de la nada, con Kathleen y sus brazos rodeando mi torso con fervor, produciéndome una agradable calidez dentro de mi pecho.

Me alegraba de haber compartido esa parte tan personal mía con ella, y ojalá hubiese podido congelarnos en ese momento por siempre, pero por desgracia, Dexter llegó y arruinó el ambiente por completo.

—No te culpo por no habérmelo dicho, Kath. Sé que no te correspondía —suspiró el, pasándose una mano por su espeso pelo negro, antes de lanzarle una mirada a la castaña por el retrovisor.

—Gracias. Estoy segura de que Gale quería decírtelo, sólo no encontraba cómo... —comentó ella, dedicándole una sonrisa afable y acariciando su hombro como gesto de consuelo—. Debes... debes perdonarla.

Carraspeé.

—En ningún momento he pensado en abandonarla, ¿sabes? Todavía voy a casarme con ella, sí, sí y mil veces sí —aseguró, golpeando su puño en el aire. En ocasiones, Dexter era realmente empalagoso—. Sin embargo, necesito tiempo para aclarar mis pensamientos. Prepararme para enfrentarla y poner todas las cartas sobre la mesa —aclaró, girando el volante a la derecha donde la majestuosa construcción española de la Casa de La Estrella empezaba a avistarse.

—¿Es ahí a donde...? —estuvo por preguntar Kathleen, antes de ser interrumpida por, claro, Dexter.

—Sí. Ya puedo escucharte hablando de escalas, estética y enraizado arquitectónico... —suspiró mi primo, rodando los ojos.

—Luce tan... Histórico —murmuró ella, a medida que nos aproximábamos. En la playa frente a nosotros, pude vislumbrar las dos figuras de papá y a Declan jugando al fútbol americano.

Los deportes nunca habían sido mi área, lo que marcaba una de las más notorias diferencias entre mi hermano y yo, dado que el amaba todo tipo de actividad que involucrara balones, otros equipos y por supuesto, golpearse. Supongo que lo habría heredado de papá, que compartía esa misma afición y lo único que recordaba de la secundaria a la que asistió, era el gran campo de fútbol.

—Tiene historia. Nuestro bisabuelo la compró en los años cuarenta, y desde ese entonces, toda la generación siguiente de Montgomery se ha reunido ahí antes de las vacaciones de primavera —apuntó Dexter—. Son incontables los recuerdos que todos hemos vivido allí. Y tú... serás la primera chica traída por Alex, lo que seguro será histórico también —señaló, dedicándome un fugaz guiño.

Eso no lo vi venir.

La cuestión era que, aunque para ella no significaría nada debido al estatus de nuestra relación, para mí lo hacía y mucho. Porque después de lo que pasó, pude haber cancelado los planes y haber venido solo, como todos los años. Pero mi excursión a Yosemite me hizo dar cuenta de lo importante que en verdad sería.

—Sí, sobre eso... Estoy un poco asustada —agregó ella, riendo nerviosamente. Y de nuevo ahí estaba, su gracioso tic en el ojo izquierdo.

—Claro, porque quieren engordarte y comerte para la próxima reunión en Navidad —me burlé yo, con sarcasmo.

—No precisamente, Alex. Debes estar consciente de que tu madre puede ser un poco intimidante y despiadada con las personas a su alrededor —justificó Dexter, para nada tranquilizando a Kath e incrementando mi exasperación. Ahora incluso le hablaba mal de mi madre, como si no supiera el motivo de su constante hostilidad.

Hasta después de la boda ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora