CAPÍTULO 44

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Sin esperarme esto, Mildre se abalanza contra Zuany. La verdad es que no entendí nada, pero justo ahora están tratando de separarlas. Como pueden, Leandro sostiene a Mildre y Evan a Zuany. Yo solo me limito a ver.

–¿Qué te pasa idiota? – chilla Zuany en dirección a Mildre.

–Abriste la boca – chilla la otra.

–Yo no dije nada – me ve un segundo y se dirige de nuevo a Mildre – ella lo dedujo no es tan estúpida, te dije que en algún momento lo averiguaría.

–Algo le dijiste y lo dedujo – escupe una despeinada Mildre.

–Pues no le dije nada – trata de zafarse del agarre de Evan – ¿Crees que le mencioné lo de Leandro?

–¿Lo de Leandro? – preguntamos en coro.

–¡Ups! – se suelta de Evan y finge inocencia – se me escapó.

–Eres una... – quiere llegar a ella, pero Leandro se lo impide.

–Oh vamos, piensas qué nadie se ha dado cuenta que él te gusta – Zuany bufa – tú eres la ingenua.

En ese momento veo a Mildre y sus ojos están rojos, traga y sé que está conteniendo las lágrimas. Algo se me estruja al verla en esa situación. Me acerco a Zuany y le doy una cachetada. Se quiere tirar sobre mí, pero Evan la detiene.

–¿Por qué me pegas estúpida? – se soba la mejilla.

–Porque nadie debería hacer lo que tú hiciste justo ahora – le digo entre enojada y aliviada.

–¿No te das cuenta de que ella te ha estado fregando con mi ayuda? – me pregunta en tono sorprendido Zuany.

–Sí – respondo – pero eso no quiere decir que voy a gozar de sus desgracias cómo ustedes de las mías. Yo no soy cómo ustedes.

–¿Me puedes soltar? – le pregunta en casi un susurro Mildre a Leandro.

–Claro – éste la suelta y ella sale del salón.

–Déjame tú a mí – le dice Zuany a Evan.

–Con cuidado – le advierte y la suelta.

–No te preocupes, no le haré nada a tu amiguita – me ve y sale.

–Actuaste mal – me reprocha Evan.

–Me importa una mierda tu opinión – lo ignoro y salgo en dirección al baño.

Entro y escucho un sollozo, Mildre. No sé por qué estoy aquí, pero no la quiero dejar sola tampoco. Sí, sé que ella se comportó muy mal conmigo, pero las que sufrimos por un amor no correspondido sabemos lo que duele un corazón roto. Y justo ahora a ella se le rompió.

Yo supe desde el primer año que Leandro le gustaba, pero que él se entere de esa manera no es correcto. Tampoco es correcto exponer los sentimientos de una persona sin su consentimiento.

–¿Qué haces aquí? – pregunta cuando sale del cubículo.

–Ah... yo – balbuceo – vine al baño.

–¿Te viniste a burlar de mí? – avanza al lavamanos y moja su cara.

–Me conoces Mildre – le digo – sabes que yo no haría eso. Solo vine a asegurarme que estabas bien.

–Pues estoy bien – me mira por el espejo – ya puedes irte.

–Aléjate de Zuany – antes de salir le digo – te aseguro que ella no es una buena amiga ni compañera contigo.

Voy al salón y los demás me están esperando. Chismosos. Me dirijo directo a mi asiento, ellos me siguen. No veo a Zuany por ningún lado, Evan está en el grupo esperando una respuesta por parte mía.

–No les diré nada – ellos bufan.

–Eres mala – me dice Owen.

–No. Sencillamente respeto el silencio de los demás – me siento bien en mi silla y los ignoro.

Las clases finalizaron y los chicos seguían presionando para que les contara lo que sucedió con Mildre y Zuany. No les dije ni pio, no voy a divulgar cosas sobre ellas. Tampoco hablaré de los sentimientos de Mildre hacia Leandro.

Sé lo que se siente al no ser correspondido, no estoy diciendo que me voy a volver a amigar con ella. Eso nunca pasará, pero tener algo de empatía por ella no me quitará nada. Tampoco me dará nada, simplemente comparto su enojo hacia Zuany y su dolor hacia un amor no correspondido.

Cuando voy por la calle a tomar el autobús Liam y Evan se vienen a mi mente. Voy valorando la situación, necesito estar bien conmigo y sé lo que haré. Me subo al bus y voy tan concentrada en lo que haré, que no siento cuando un hombre se sienta a mi lado.

–No te muevas – la voz de él, me hace verlo – si dices algo o te mueves, te disparo.

–Está bien – es lo único que sale de mi boca.

Lo veo, tiene una panza grande, pantalón jean, camisa a cuadros color azul. Tiene un anillo en su mano izquierda. Mas su cara no se me graba.

–Vengo por ti – dice y mi corazón late frenéticamente del miedo – atrás del autobús viene un carro y en el té llevaremos.

No me atrevo ni a ver para los lados. La pistola la tiene entre nosotros ¿Lo peor de todo? Hoy es jueves y estoy sola hasta tarde. Empiezo a pensar si bajarme por el trabajo de mi mamá, pero de la estación tendría que caminar mucho y sola.

–¿Cómo te llamas? – su voz me devuelve.

–Nicolle – dudé en decirle o no mi nombre.

–¿Sabes por qué te queremos llevar? – me pregunta.

–No – contesto.

–Porque una chava se nos escapó y se parece mucho a ti – responde, mi sangre se hiela – dame tu celular.

–No tengo – miento.

–No me engañes, yo sé que lo llevas en esa mochila – lo empiezo a buscar y se lo doy.

El hombre lo revisa y yo estoy maquinando todavía cómo bajarme o salir de esta. Voy orando para que no me pase nada. Me devuelve el celular, me siento en parte aliviada porque es el que mis papás me dieron hace dos años para mi cumpleaños.

Pasa un buen rato sin decir nada, mis nervios están tratando de salir a flote. Hago todo lo posible por mantenerlos a raya, me comporto normal. Mi vista está clavada en la ventana, mis papás vienen a mi mente.

Llega a una estación y varias personas se bajan. No me quiero quedar sola con él. Respiro aliviada cuando otras suben y entre ellas una vecina. Como puedo la veo y espero a que ella me vea, mi pulso se vuelve a acelerar.

Camina al lado de nuestro asiento, pero todo en mí se revuelve y me tenso. Porque ella no me ve, y sé que si me muevo más de lo normal el hombre a mi lado lo notará. Mi vecina sigue al fondo del autobús con un amigo.

Ninguno logró verme, siento que la desesperación me quiere atacar. Trato de mantener mi semblante tranquilo. Ruego por saber cómo salir de esto. El hombre vuelve hablar, le contesto casi por inercia, pero no estoy prestando atención.

Mis manos están sudando, no sé qué hacer. No quiero que este hombre me siga hasta mi casa, tampoco que me siga hasta donde mi mamá. Se me está acabando el tiempo para pensar en una solución.

Cuando pienso en levantarme y pedir ayuda a alguien, porque según mi subconsciente somos más que él en el autobús. La voz del hombre me detiene, más que su voz, es lo que me dice. Mi corazón se detiene y al mismo tiempo se acelera.

Siento mi torrente sanguíneo golpear con fuerza mi cuerpo.

*Nota:
Gracias por leer...

Borrando tu huella© [TERMINADA] #Wattys2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora