II. Perros y gatos.

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Papá se está hospedando en la habitación de huéspedes. Esto ha sido una gran mala decisión, la verdad. Papá va estar dos días aquí, con nosotros, y eso significa días llenos de problemas que me tocará a mí resolver. Parezco la mayor de la casa en estos momentos. Si vieran mi casa se quedarían sorprendidos: grande, lujosa, con unos acabados finos, seis habitaciones, siete baños, una enorme cocina, y una gran sala de estar. Sí, una casa que parece de ricos, pero, saben, nosotros no cubrimos la palabra Ricos. Poco a poco mamá y papá han ido esforzándose para poner bonita la casa pero todo ese esfuerzo se ha ido a la basura. Papá fue generoso y decidió irse y darle la casa a mamá, así sin más. Él se fue hasta la otra punta del país, nunca he sabido siquiera donde vive, y más ahora que me iré con él. Lo único que sé, es que vive sólo. Y se han de estar preguntando, ¿En realidad, cuál fue el motivo de su separación? Bien, hay tantos factores que provocaron eso. Verán, al principio, todo era color de rosa, luego discutían por un motivo tan pequeño. Por ejemplo, sí a mamá no le gustaba como papá hacia algo, uf, aléjense, porque mamá le enseñara a hacerlo a la perfección y va a subrayar los errores que cometió.

Estoy en mi habitación empacando. La verdad es que no me gusta hacer las cosas a la carrera así qué, como ahorita tengo tiempo, lo hago. Meto toda mi ropa en una maleta de viaje.

-¡No, eres un tonto, Liam! – Escucho los gritos de mi madre. ¡Agg, ya empezamos!

Dejo de hacer mi maleta y bajo las gradas que dan a la enorme sala de estar. Las gradas al principio no son tan anchas, pero conforme las vas bajando se van ampliando. Camino hacia donde se escuchan los gritos de mi mamá: la cocina. Entro, y me encuentro con mamá arrodillada en el suelo recogiendo vidrios y a papá queriéndola ayudar, pero ella le pega en la mano cuando trata de agarrar un vidrio.

-¿Qué ocurre? – Me apoyo en el umbral de la puerta.

-¡Quebró un plato con la cara de mi amor platónico!

-¿Elvis? – Mamá ama a Elvis y sus canciones. Los dos se levantan.

-¡Sí!

-Yo sólo quería lavarlo. Lo tenía en mis manos pero Nora me grito, me asuste y lo vote.

-¡Tienes manos de una muñeca!

-Sino me hubieras asustado, tu amor platónico estuviera bien.

-¡Tienes manos de trapo!

-¡No me tenías que haber gritado!   

-¡Te grite porque sabía que lo votarías! ¡Te estaba advirtiendo!

-Oh, sí, claro, Nora Smith advirtiéndome. – Sarcasmo puro se escucha en las palabras de papá.

-Era un plato con la cara de Elvis, ¡Claro que te iba a advertir!

-Sólo es Elvis, Nora. – Papá pone los ojos en blanco. Yo también.

-Sólo es Elvis, Nora. – Mamá lo imita pero con tono de voz agudo, chistoso.

Ven, son como perros y gatos. Me acerco a ellos.

-Ya basta. Parecen niños, Dios, ¿Soy la única con un poco de madurez aquí?

-Aleesha, soy maduro. –  Se defiende papá.

-¿Maduro? ¿Tú? – Mamá se echa una enorme carcajada. Empezamos otra vez.

-Una cosa es que tú no te des cuenta de mi madurez y otra es que lo sea pero lo ignoras.

-Has utilizado diferentes palabras que dan el mismo significado, papá.

-¡Utiliza tu cabeza, Liam!

-Oh, perdona, ¡no soy tú que en vez de utilizar el cerebro utiliza sus pies para pensar!

-Pues, estos mismos pies ¡Te pueden dejar estéril, Liam!

-Como si tú quisieras dejarme estéril.

-¡Pruébame, Liam, pruébame!

-¡Ya basta, par de niños inmaduros! – Exploto. – ¿Quieren que les cambie el pañal?

-No nos hables así, señorita. – Mamá me fulmina.

-Cámbiaselos a ella.

-Papá, por favor, ve a la sala de estar, mira televisión, sal a caminar, pero aléjense el uno del otro. Ya estuvo bueno. ¡Estoy cansada de que peleen cada vez que puedan! ¡Estoy cansada de tener que escucharlos!

Y salgo de casa. Cerca hay un parque de diversiones. Me siento en una banca de cemento y miro como los niños juegan. Unos se columpian, otros se deslizan por un tobogán, otros corretean y sonríen alegremente.  En vez de estar aquí, podría estar en casa de algún amigo, pero la verdad es que no tengo. Bueno, sí, he tenido, pero no sé, he ido por la vida sola, con la carga de unos papás medio raros. Seh, medio raros es una palabra corta para ellos.  

-Hola. – Un niño de unos siete años se sienta a la par mía.

-Hola. – Le respondo con una sonrisa. 

-¿Por qué estás sola? – Su voz es dulce.

-Porque así es la vida. – El niño frunce el ceño.

-¿La vida es sola?

-No, no quise decir eso.  A veces es mejor ir por la vida solo.

-Ya… – El niño asiente, confundido. – ¿Tus papis pelean mucho?

Ni que lo digas.  El niño empieza a balancear sus pies, que no tocan el suelo.

-Sí, pero así somos los seres humanos: oponentes, impulsivos… y muchas cosas más.

-¿Crees que yo peleare con mi futura esposa? – Guau.

-Eso dependerá de ti, grandulón. Sólo, no cometas los errores que tus papis están cometiendo.

-¿Yo estaré solo siempre al igual que tú? – Gracias, he.

-La gente está sola porque quiere, pequeñín.

-Yo no quiero estar solo.

-Si no te pierdes a ti mismo, jamás estarás solo.

-¡Alex! – Grita una mujer. Se acerca a nosotros y le toma de la mano a Alex. – Lo siento.

-Señora, deje de pelear con su esposo, eso le está afectando enormemente al grandulón de Alex.

Ella me mira confundida.  

-Hasta luego, grandulón, se fuerte. – Le desordeno el cabello y Alex se echa a reír.

-Lo haré. – Me promete.

 Dicho eso, me levanto, asiento hacia la madre y me alejo. No sé sí la madre pelea con su esposo, pero si lo hace, le atine y si no, bueno, me fregué.

False InnocenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora