XXXIII. Una sorpresa, un último respiro

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Los rayos del sol entran por la ventana e ilumina mi habitación. Miro donde se supone que se encuentra Johann, pero se ha ido. Observo toda la habitación y me encuentro con Celeste, que se encuentra sentada en la silla de escritorio.

- Buenos días. - Me saluda.

- Buenos días.

- Se fue muy temprano.

- Por lo que veo, sí. Da igual.- Me encojo de hombros.

Me levanto de la cama y me ducho rápido. Luego, me cambio a unos vaqueros y una blusa. Me miro al espejo y veo el brazalete que Johann me dio. Se me ve bonito. Celeste aparece detrás de mí y encuentro sus ojos a través del espejo.

- Ahora eres inmortal.- Se fija en el brazalete.

- Sí, supongo. Es genial.

- Jamás se había quitado ese brazalete, sabes.

No sé que decir respecto a eso. Así que solo asiento y me quito del espejo.

- Iré abajo, a la cocina.

- Me quedo aquí. Tus padres... tú papá y ella están cocinando.

- Ok...

Bajo los escalones y me encuentro con papá y Natacha en la cocina.

- Buenos días.- Los saludo. Ellos también me saludan.

- Creó que deberías salir fuera y ver lo que hay.- Frunzo el ceño.

Salgo de la cocina, paso por la sala de estar, salgo por la puerta principal y me detengo en seco en el pórtico. Un hermoso Audi negro se encuentra frente a casa. Papá aparece a mí lado, a la par.

- Un pequeño regalo.

- ¿Pequeño? - Susurro, todavía estoy en shock.

- Es tú Audi. Sé qué en Florida manejabas y espero que no se te haya olvidado.

- ¡Claro que no se me ha olvidado! ¡Gracias, papá! - Chillo. Y lo abrazo.

Papá y yo nos fuimos a dar una vuelta y después fuimos al centro comercial y vaya, ¡Está genial esté auto! ¡Tengo un Audi! Después llegamos a casa, almorzamos y ni cuenta me di cuando se fue Celeste. Anabel ya esta aquí esperando y como no teníamos nada que hacer, dimos un paseo nuevamente en el Audi. Anabel vio a un chico guapo y en este instante están hablando. Se gustan, lo puedo ver.

- Tú no tendrías que estar aquí.- Esa voz...

Me giro en una banca en la que he estado sentada todo el tiempo. Detrás de mí, está Johann, parado y muy enojado.

- ¿Adonde se supone que tendría que estar?

- En casa. Con Anabel, observándote no yendo de cola caliente por el centro comercial.

- ¿Qué te pasa? - Me pongo de pie y lo encaro.

- Nada.- Gruñe.- Vámonos.

Me toma del codo y me lleva arrastras con él. Llegamos a su Lexus.

- No me iré en tú auto. No puedo dejar el mío aquí.

- Entonces, vámonos en el tuyo.

Caminamos en el estacionamiento y encontramos mi hermoso Audi negro.

- Buen auto. Yo manejo.

- ¿Estás loco, verdad? ¡Es mí auto, yo manejo! - Entro al auto, en el asiento del piloto. Johann entra también.

False InnocenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora