XI.Las verdades a veces son difíciles de creerlas

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Esto es una completa basura. Ha pasado una jodida semana y no he visto a Johann ni a sus hermanas. Es como si se lo hubiera tragado la tierra. Bueno, eso sería genial, pero sería extra genial que me dijera que cojones es él y después se lo tragara la tierra. Eso me haría muy feliz. Como dije, papá, Natacha y yo, fuimos a comprar los muebles para reemplazar a los que  se habían chamuscado. Compramos un bonito comedor grande de madera color caoba.  Y ahora tengo mucho más cuidado cuando cocino. Menos mal que el juzgado todavía no ha enviado a un supervisor porque si no, estaríamos muertos. Pero el supervisor no tardara en llegar dentro de unos días, semanas o meses. Solo sabemos que llegará así de la nada.

La verdad es que no la he pasado nada bien. Me atormenta no saber que es Johann y como hiso lo que hiso. Viniendo aquí  a vivir me pasaron tantas cosas… he imaginado muchas cosas. Que una rastra se vuelca sobre nosotros, que unos libreros se mueven, mi cama en el aire, las duchas, la casa de Johann que la primera vez que la vi era un castillo, luego cuando entre parecía una enorme cabaña y ¡Bum! Nada de lo que imagine era verdad y maldita sea, estoy asustada. Y para rematar, Johann apagando fuego como si él fuera un extinguidor. Estoy realmente, asustada.

Lo único que me libra de todo eso es leer o escuchar música.

Y saben, estoy harta de todo esto. Me levanto de un brinco del sofá y pongo música. Claro, mi banda favorita, King Of Leon. Le subo el volumen y empieza a sonar Supersoaker a todo volumen, por toda la casa.

-Cause’ I’m a Supersoaker, red, white, and blue, I’m all away

With the kisses aren't clean as the word that you say

I don't mind saying a little word on time, must I walk away, walk away– Canto.

Empiezo a saltar, a danzar, a bailar por toda la sala de estar. Suelto mi cabello y el también empieza a danzar junto a mí. Se mueve de derecha a izquierda.

Juego a que soy cantante y doy mi concierto.  Tomo el control remoto y lo uso como micrófono. Empiezo a aplaudir al ritmo de la canción con el micrófono en mano.  Menos mal que estoy sola porque si alguien me mirara así, me moriría de la vergüenza.

La música se detiene y me paró en seco.

Me volteo y me encuentro con Celeste… ¿o es Anabel? ¡Bah!  en el umbral de la puerta principal.

-Lamento interrumpirte, Aleesha.

Enarco las dos cejas, sorprendida. ¡Dios, qué vergüenza, me vio dar mi concierto!

-Soy Anabel, por cierto.

-Oh… pasa. – Anabel entra. – Siéntate. – Señalo hacia un sofá.

Nos sentamos una frente a la otra. ¿Qué hará ella aquí?

-Quizás estás un poco aturdida por todo… lo que has visto. – Al fin, alguien me va a explicar las cosas.

-Sí y en realidad necesito explicaciones.

-Esto no me corresponde a mí decírtelo, así que espero que entiendas que no podré aclarártelo todo.

-Entonces, ¿A quién le corresponde?

False InnocenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora