XVIII. Un cíclope me ataca y me salva... él.

1.3K 98 5
                                    

Me doy una ducha y me cambio a unos simples vaqueros y una camisa con manga. Estoy enojadísima. Me pongo unos tenis deportivos  salgo de casa, cabreadísima. No sé a dónde voy, pero camino hacia el lado opuesto, donde nunca he ido. La escuela y el centro comercial quedan por el lado derecho. Yo me dirijo al lado izquierdo. La verdad es que no me importa que me encontrare. El enojo se ha apoderado de todo mí ser.

Mientras camino, lo único que me encuentro son arboles y más arboles. No sé cómo es qué la calle continua si no hay nada. A los extremos solo hay zona verde y nada más. Puedo escuchar como los pájaros cantan  y eso hace que me calme un poco. Sigo mi camino y de pronto, siento algo feo en mi pecho. Un dolor extremo se apodera de mi cabeza. ¡Ahhh! Tomo mi cabeza entre mis manos. Me giro hacia atrás y no hay nada, solo una calle. ¡Bum! El suelo empieza a vibrar. ¡Bum! Vibra nuevamente el suelo. Me volteo hacia el frente y no puedo creer lo que estoy viendo.

Un hombre… bueno, no, no es un hombre. Es alto, de unos tres metros, encorvado, gordo, una gran barriga sobresale y va vestido solo con un taparrabo. Y lo peor: sólo tiene un ojo; un enorme ojo con una pequeña nariz y una pequeña boca. No lo puedo creer. Empieza a avanzar hacia mí  y cada paso que da, el suelo vuelve a vibrar. Me mira y empiezo a sentir como si estuvieran aplastando mi cerebro. Hago muecas de dolor.

Miro hacia atrás, pero estoy demasiado lejos de casa para pedir ayuda a… bueno, para pedir ayuda. Estoy muy lejos. Me matará. Y nadie, ni siquiera mi madre sabrá que paso conmigo.

El dolor es insoportable y me tiro al suelo, mis piernas tiemblan aun que no esté de pie. Me acurruco y tomo mi cabeza entre mis manos, retorciéndome de dolor.

-¡Ahh!  – El dolor es insoportable.

De reojo, puedo ver al… individuo raro, que me mira como si fuese un hermoso juguete con el que jugar. Su único ojo brilla al verme.

-¡Bah, bah! – Dice el monstruo. Parece un bebe… el dolor se intensifica. El monstruo empieza a trotar hacia mí, tambaleándose como si no pudiese caminar, como un bebe…

Es un monstruo bebe.

El monstruo queda a una distancia de cinco metros. Me matará. Y de pronto, empieza a correr más rápido y ¡Bum! El monstruo bebe es lanzado a diez metros atrás y el dolor en mi cabeza ha parado. A regañadientes, me paro y miro que Johann se posiciona frente a mí, protegiéndome.

-¿Qué carajos haces aquí? – Gruñe.

-Que te importa. – Suelto.

El monstruo bebe se levanta y vuelve, corriendo, hacia nosotros. Johann se para en posición de ataque y levanta su mano derecha; él monstruo se acerca lo suficiente y Johann le lanzan una bola enorme de fuego hacia la cabeza del monstruo. Los pocos cabellos del monstruo prenden fuego. Pero al bebe no le importa, él viene hacia nosotros. De su bota negra, Johann saca una barita, larga y negra, y empieza a correr hacia el bebe monstruo. Me quedo paralizada y mi cuerpo se tensa.  Mientras corre, hace un movimiento de mano y levanta un enorme trozo de tierra y se lo lanza en la cabeza al monstruo. Esté se tambalea y Johann corre a más velocidad hacia él, luego salta hacia el monstruo y le clava la varita en el pecho al monstruo.

Desde donde se encuentra la varita, está manda una enorme onda azul por todo el cuerpo del bebe monstruo y esté se paraliza y cae al suelo. ¡Bum! Vibra el suelo. Luego, Johann saca del pecho la varita y esta contiene como moco verde en la punto. ¡Qué horror!

 -¡¿Qué fue eso?! – Grito, exasperada, cuando Johann se acerca a mí.

-Un cíclope. – Lo dice como si no fuese la gran cosa. – Uno bebe.

-¿Cómo…? ¿Cómo lo mataste?

-Es una varita celestial. Puede matar cualquier cosa: desde mortales hasta inmortales. Está hecha de dos armas mortales para todo tipo de monstruo: oro y plata.

-¡Dios! ¡Me va a dar algo! – Realmente, estoy exasperada.

- Y tú, ¿Qué coños hacías aquí? Yo no estoy aquí para salvarte siempre que estés a punto de morir.

-Entonces, ¡No me salves! ¡Déjame morir y ya!

Lo miro enojada. Pero en su mirada… noto algo diferente. ¿Miedo? No, no lo sé. No puedo definirlo. ¿Compasión? Tampoco. No lo sé. Me mira a los ojos pero de lo que estoy segura es que en sus ojos se refleja sinceridad.

-¡No quiero un héroe! ¡Y tú eres el menos indicado para eso!

-Lo sé, no soy un héroe, soy muy consciente de ello.

-Entonces, hubieras dejado que me matara y ya. ¡Deja que me muera!

-Yo... no puedo.- Susurra.

Y así sin más, se va, pero esta vez, caminando, como gente normal. Y eso, me sorprende. ¿No puede? Sí, como no. 

Lo sigo pero me mantengo a unos tres pasos detrás de él  y guardo silencio.

Sí, claro, no puede dejar que me maten. Puff, eso ni siquiera él se lo cree.

Creo que estos son los últimos días de mí vida. He visto tantas cosas que no son normales y creo que empiezo a traumarme. Y lo peor es que me estoy acostumbrando a la magia de los Schindler. Vaya, hace un mes yo era una chica normal que hacia cosas normales y veía cosas normales. Y ahora, me peleo a muerte con un Hechicero Híbrido, veo como matan a un cíclope, mensajes mentales, Los Cuatro Elementos… como han cambiado las cosas. Hace unos meses jamás me imaginaria que yo podría estar en una situación como esta. Como lectora, pensé que cosas como estas solo ocurrían en los libros. Pero no. Y para mi mala suerte, yo estoy viviendo lo que pasa en las películas y los libros. 

Quizá esté soñando. Quizá tuve un accidente, estoy en coma y estoy delirando por las medicinas que me están dando. Quizá nada de esto exista y solo es un sueño. O quizá sea así como Alicia En El País De Las Maravillas.  Quizás me fui a lo profundo de un árbol me encontré a un conejo y… ¡Oh, vamos esto es real por desgracia! Nunca en mi vida quería conocer a un chico como Johann; que ve mi mente como un juguete.

Nos vamos acercando y Johann entra directamente a su casa. Yo hago lo mismo. Subo a mi habitación y por las puertas de cristal, observo que Johann sale del garaje con su Lexus, nuevo y brillante. Lo odio. Luego, el auto de Natacha se aparca. Bajo a recibirla.

-Hola, Aleesha. ¿Quieres que te cuente un chiste?

-Ya qué. – Me encojo de hombros y me subo a un taburete.

-¡Bien! Ahí va: Que era un muchacho tan pero tan vanidoso que el día de su cumpleaños felicito a su mamá por haberlo tenido. – Natacha estalla en risas.

Sí, yupi, que divertido. Por fuera, sonrío un poco pero por dentro, tengo cara de pocos amigos.

-Sí, esta genial. – Miento.

-¡Lo sé!

Y ahora, tengo que pensar en cómo vengarme de Johann. No sé qué le haré. Pero ahora le haré algo sencillo. Y saben, odio admitirlo, pero es cierto: no soy rival para Johann. Pero, eso no significa que no pueda hacerle pequeñas travesuras. Verlo enojado es el punto.

False InnocenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora