XXX. Turno de Anabel

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¿Yo? ¿Romper una maldición? ¡Oh, vamos! ¿Por qué yo? Ni siquiera sé en qué consiste esa maldición y creen que yo podría romperla. Todo esto es una enorme locura.

La mañana se fue volando y ya es mediodía, es hora de almuerzo. Celeste se ha ido y ahora es el turno de Anabel, es muy amable, cariñosa y sensible. De los tres, ella es la que mejor me cae. Celeste es seria y muy madura. Johann... ustedes ya saben que pienso de él. Patán.  Papá y Natacha no se encuentran en casa, en realidad, ni sé donde se encuentran.

- ¿Tienes hambre? - Me pregunta Anabel.

- Sí. - Contesto. Yo siempre tengo hambre.

Anabel y yo nos encontramos en la cocina. Ella va a cocinar, al parecer. Anabel viste como siempre: falda blanca larga, camisa blanca a juego y unas sandalias. Su cabello es muy, muy rizado y negro. Me cuesta mucho saber quien es quien, ya que Celeste y Anabel hasta visten iguales.

- ¿Por qué estás tan callada?

¡Ahh! Quisiera decirle lo que Celeste me contó pero... no puedo. Es nuestro secreto.

- Me he pasado toda la mañana pensando en la maldición de Johann.- Tal vez pueda sacarle información a Anabel.

- Oh...

- ¿Hasta cuándo me dirán? - Anabel empieza a moverse por la cocina, nerviosa.

- Yo quisiera decirte pero ya escuchaste a Johann ayer. Muy hermanas de él podemos ser, pero si hablamos algo que él no quiere, podría hacernos algo.

- ¿Le crees capaz de hacerles daño?

- Él es capaz de todo... Sólo ten cuidado. Con todo. Podrías ser nuestra salvación.

Podrías ser nuestra salvación. ¿Qué significa eso? ¿Qué en realidad, yo puedo romper la maldición?

- ¿Que quieres decir? - Anabel me sirve un plato con pollo, ensalada y un jugo.

Anabel se sienta frente a mí, también con su plato de comida y empieza a comer.

- ¿Qué yo podría romper la maldición? - Anabel se detiene es seco, con el tenedor en el aire.

- ¿Quién te dijo eso?

- No soy tonta. - Si supiera que Celeste me dijo.- Tengo mucho tiempo para pensar y me he supuesto muchas cosas. - Anabel asiente y al final, me cree.

- Sí, supongo.

- ¿Cómo puedo romperla?

- Es más fácil de lo que crees pero si no eres la indicada... habrá una fea consecuencia.

- ¿Qué consecuencia?

- Tú alma será entregada a La Hada de La Oscuridad y tú cuerpo quedara sin vida. Morirás.

Me quedo es estado de shock. Puedo morir. No solo puedo intentarlo. Quisiera pero... no quiero dejar sola a mamá ni a papá. Ni a Natacha, a pesar de todo. Estoy como en un estado de transe. Yo podría morir con tan solo intentar.

El timbre suena y hace que salga de transe. Me levanto a regañadientes y camino hacia la puerta. La abro y me encuentro con un hombre, con esmoquin, parece un abogado.

- ¿Señorita Bloom?

- Sí. ¿Usted es...?

- Soy Miguel, del juzgado. Vengo a revisar su estancia y como se encuentra. ¿Puedo pasar?

Han pasado seis meses y ¿Hasta los seis meses mandan a alguien del juzgado? La verdad es que ya me acostumbre a éstas visitas.

- Claro. - Me hago a un lado y entra Miguel.

False InnocenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora