XXXII. Inmortalidad

1K 96 1
                                    

Llegamos a casa después de habernos encontrado con Los Murciélagos del Infierno. Johann y yo nos encontramos en mi habitación, y yo estoy dando vueltas, desesperada, no sé porqué. Johann está sentado en la silla de escritorio.

- ¿Quieres mantenerte quieta?

- No. Un día de estos no estarás para salvarme de esas cosas y moriré. ¡Solo me traes problemas y un día, me traeras la muerte!

Johann se levanta y se posiciona frente a mí y me toma por los hombros y me quedo quieta.

- Jamás haría algo así, pero me tienes harto.

Su brazalete empieza a temblar, los puntos rojos empiezan a brillar, y de repente, su brazalete es una serpiente. Johann me toma de la mano y la serpiente empieza a bajar por sus hombros, y usa como puente nuestras manos unidas. La serpiente sube por mi brazo y de pronto, esta en mi cuello, como en mi pesadilla, pero no asfixia. Y ya no siento movimiento. Se ha vuelto en un brazalete.

- Un Brazalete de la Inmortalidad.  Eres inmortal si lo llevas puesto. Claro, en mí no sirve, pero en ti sí. Ahora, deja de mover tú trasero y duerme, son la una de la madrugada.

- Gracias.- Susurro.

- Ajá.

- Tengo que cambiarme. Vete.

- No tengo problema con verte en ropa interior.

- No me importa. Date la vuelta.- Ordeno.

Johann pone los ojos en blanco y se posiciona de espaldas hacia mí.

Me quito la ropa y quedo en ropa interior. Miro de reojo a Johann y me esta viendo sobre su hombro.

- ¡No veas, joder! - Se voltea y escucho como se ríe.

Me pongo lo más rápido posible otro pijama, ya que el otro estaba sudado y sucio.

- Listo.- Johann se voltea y me estudia.

- Te ves mejor en ropa interior.- Dice, arrogantemente.

Tomo una almohada y se la lanzo. Claro, se aparta antes de que le caiga. Me acuesto en mí cama y Johann queda de espalda a mí, viendo por las puertas corredizas de cristal. Ahora son inmortal gracias a este brazalete. Me resulta difícil creer que no puedo morir. Me siento invencible.

Johann esta montando guardia. Pobre, le tocara dormir parado, si es que duerme.

Podría invitarlo a que duerma conmigo pero seria incomodo. Pero no puede estar de pie toda la madrugada...

- ¿Johann? - Él se voltea y me mira. - Este... ¿Vas a dormir de pie? Porque... bueno, puedes dormir aquí.- Palmeo la cama.

- ¿Dejaras que duerma en tu cama? - Levanta una ceja.

- He, sí. Solo porque me das lastima. - Me encojo de hombros.

- Como no.- Dice. Camina, se sienta en la cama, se quita sus botas y se acuesta conmigo.

- Tú en tú lado, yo en el mío. - Le advierto.

Me coloco en posición fetal, de espaldas a Johann. Él está junto a mí y... me siento aliviada. Lo odio porque últimamente, en algunas ocasiones, me hace sentir que estoy protegida. Pero lo patán nadie se lo quita.

- Buenas noches.- Dice.

- Buenas noches.

Apago la luz de la lampara de noche y quedamos en completa oscuridad. Lentamente, mis párpados se cierran.

False InnocenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora