Capítulo 29

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POV ALFRED

En cuanto llegamos me meto en la cocina, no es que se me dé bien, pero si soy lo suficientemente cabezón para hacer todo lo posible para que la cena de hoy sea perfecta. Para eso cojo el libro de receta, y todas las indicaciones que mi madre me dio y por si acaso el móvil cerca por si necesitaba su ayuda y me pongo ambos a la obra.

Mientras tanto, Amaia aprovechaba los últimos rayos del sol del día en la terraza, tumbada en la tumbona y con mis cascos puestos. Me alegraba verla con mi música, no podía negarlo, aunque me ponía nervioso.

Cuando acabó la cena escucho como Amaia entra. Levanto los ojos y la veo acercarse con paso tranquilo y sonriendo. Desde que estábamos aquí se le notaba mucho más relajada, se le veía bien a mi lado, si aunque me pareciera irreal era así, se le veía radiante, feliz, y era tan sexy hasta andando con esas sonrisa siempre puesta en su cara.

-¿Qué haces?

-Es una sorpresa, así que fuera de la cocina-digo impidiéndole el paso- ¿Qué tal la escucha? ¿Mejor que la primera?

-Venga déjame ver algo-dice mordiéndose el labio mientras me acaricia el cuello arrascándome justo donde empezaba mi pelo-si no me dices que cocinas, no te digo si me gustó lo que escuché -dice siguiendo con su contacto y su sonrisa, joder me estaba volviendo loco, pero tenía que aguantar.

-Amaia-digo soltando un suspiro.

-Vamos, solo algo-dice posando sus labios en mi cuello haciendo que me estremezca.

-Amaia no seas mala.

-Bueno...voy a vestirme-dice con voz enfadada, dirigiéndose a la habitación que el primer día eligió como suya, pero justo antes de entrar la veo girarse y dedicarme una sonrisa que me hace volver a respirar y devolverle la sonrisa.

Estaba nervioso por lo que podía pasar esta noche, si es verdad que quería que estuviera segura pero yo...también quería que fuera perfecto, quería que lo recordara siempre, hasta cuando ya no estuviera aquí. Y también, quería disfrutarlo tanto, sabía que iba a ser cumplir otro sueño más, iba a ser vivir algo junto a ella, algo por primera vez. Claro que no era mi primera vez, pero nunca había sentido algo así por nadie, nunca y con ella, con ella todo, todo era especial, era único y quería que de alguna manera para ella también lo fuera.

Por eso me puse manos a la obra, pedí flores que coloqué perfectamente en la mesa y todo alrededor. Puse el vino a enfriar, compré el mejor postre del mundo, sabía que le iba a encantar. Coloque velas alrededor, sin pasarme para que le diera un aspecto romántico y cálido, pero sin pasarme. Y cuando ya tuve todo preparado corrí rápidamente para ducharme y arreglarme, para estar perfecto para la cita de mi vida.

Cuando acabo con la ducha, pienso en que ponerme, me decido por el traje de gala 0, había adelgazado y no me quedaba igual, pero podía valer. Me puse la gorra, pero no me gustaba como me quedaba con la ropa que llevaba, así que decidí quitármela, después de todo estábamos solo ella y yo, así que no me importaba.

Me cercioré de que todo estaba perfecto y fui hacia la habitación donde ella estaba para que no destapar la sorpresa antes de tiempo. Le prometí la mejor cita y pensaba cumplirlo.

Voy hacia la habitación que eligió el primer día, esa que desde nuestra noche de boda ha quedado vacía. Cuando llego a la puerta estoy nervioso, tanto que me sudan hasta las manos. Golpeo un par de veces y espero hasta que veo como aparece al otro lado de la puerta, la miro de abajo a arriba, era especial hasta en su manera de vestir. Llevaba unas zapatillas juntos a una falda blanca pomposa y una blusa blanca. Estaba preciosa, y no podía dejar de mirarla. Su melena suelta cayendo sobre sus hombros remataba su belleza espectacular.

Últimos deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora